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Otro efecto Masotta

Lacanoamericanos mimetizados

Si 20 años no es nada, 30 años ya es algo, aunque a veces se tratan de mostrar como si nada. El número 30 años del boletín de la Biblioteca Oscar Masotta, de la Escuela Freudiana de la Argentina, La Mosca, es un paradigma de la mimetización de algunos psicoanalistas lacanianos en su modo de contar la historia, con la otrora hegemónica APA, versión local de la IPA.
Se afirma en la presentación que en psicoanálisis se construye “con restos, fragmentos y no sin el amor de transferencia, conociendo ese pasado por testimonios y textos, fragmentos de las cosas vistas y las palabras dichas”. No obstante, cuando los lacanianos se parecen a la IPA, olvidan. Olvidan que los restos son producto de una división, olvidan que esa división es consecuencia del desplazamiento del amor de transferencia, olvidan que la represión (olvido) de las palabras dichas es para desplazar el conflicto y, entonces, cuentan la historia como mera acumulación de hechos, sin conflictos como el área del famoso yo.
Resulta curioso que en la ocasión hayan copiado hasta el formato que usara la APA para contar la historia de la institución en su segunda versión oficial (APA, 1942- 1992), donde casi no se menciona el ingreso de los psicólogos a la institución; pero lo central se encuentra en el contenido, que se mimetiza también con la otra versión oficial (APA, 1942 – 1982) donde casi no se menciona la escisión que se produjera en 1971, con la partida de los grupos Plataforma y Documento. El texto, que es una recopilación de fragmentos y testimonios (realizada por Clelia Conde), ubica el desarrollo de la escuela entre la derechización política de los ’70, la hiper de Alfonsín, la corrupción menemista y la globalización. Efecto de mimetización, la invisibilidad: la historia de la Escuela perdida en una historia argentina, por supuesto más amplia.
La contradicción, los dimes y diretes, los conflictos, que no son explicitados en el amplio artículo, se hacen no obstante presentes. De entrada se dice que la escuela tiene 30 años, pero también se hace saber que tiene menos, ya que hay una confirmación del acto con Masotta en 1979, o sea 25; y el acto de reconfirmación en el año 1991 da lugar a unos Estatutos que ponen en funcionamiento el pase y el cartel, con lo que nos enteramos que tiene 13 años. No se dice porqué la confirmación en 1979, ni en el año 1991.
De igual modo, nada se dice del momento de la fundación, año 1974, donde no sólo había una derechización del gobierno de entonces, la escuela se funda coincidiendo con la muerte de Perón; sino también una radicalización de sectores que hoy se denominarían políticamente correctos. No se menciona que en el momento de la fundación hubo quienes no firmaron el acta, algunos por no acordar con institucionalizar el lacanismo, pero otros, por no acordar con el acta en tanto no se hacía mención a la situación política imperante. La posición de Masotta era inflexible en tal sentido, se trataba de una institución de psicoanálisis y no había que dejarse confundir con el freudo-marxismo imperante. Aunque se desee ubicarlo en esas posiciones, por la referencia de su charla aludiendo a su amigo Lito Marín, si bien Masotta no desconocía el terrorismo de Estado, justamente por eso, entendía que no debía caerse en la confusión, y por ello fue criticado no sólo por sus antiguos amigos sino también por algunos de aquellos psicoanalistas que no firmaron el acta. En el momento de fundación de la Escuela, en los ’70, los militantes de la izquierda política quedaron fuera de la misma, como ha señalado Germán García en su libro, de igual modo que J.Balán, a lo que hicieran los militantes de izquierda de los ’20 y ’30 que codearon fuera de sus perspectivas el psicoanálisis. Masotta se diferenciaba de la APA pero también de quienes se habían ido de allí por “radicalizaciones y racionalizaciones” políticas (cf. en contraposición lo manifestado por Masotta cuando la Escuela iba creciendo: “... nuestra ‘neutralidad’ con respecto a ciertas cosas comienza a dar frutos”, en Cuadernos Sigmund Freud 5/6)
Respecto a lo sucedido en el año 1979 no menos contradictorios son los testimonios que hablan de la historia de la Escuela. Para Norberto Ferreyra no hubo escisión, porque no hubo una nueva Acta de Fundación, no obstante Verónica Cohen dice que “la escisión hace perder un tiempo importantísimo respecto del dispositivo del pase. Recién se puede a volver a instalar en 1991”. En principio habría que acordar con las palabras de Cohen respecto a lo sucedido en 1979, hubo división, toda la documentación así lo indica, y podríamos agregar algo respecto al año 1991. Ocurre que los modos de convivencia “civilizados”, (politically correct) que sostienen los miembros de la Escuela Freudiana de Buenos y de la Argentina, lleva a que se usen términos y argumentos “elegantes”, propios de una sociedad educada, para hablar de lo sucedido en 1979. Por ello Ferreyra dice que no hubo separación, o sea, ahora no habría que hablar de reconciliación, y Cohen expresa que los que se excluyeron del pacto con Masotta “se excluyeron de las ‘palabras simbólicas’ para precipitarse en la ‘cosa jurídica’ confundida con la ‘cosa freudiana’”. Para hablar menos educadamente en pos de la claridad: no se trató de ninguna distracción que llevó a una confusión de cosas: basta leer quien dirige los cuadernos Sigmund Freud Nº 1 y quién el 8 para saber que se trató de un robo, no fue apropiación indebida como dice Cohen, ya que en tal caso se podría hablar de hurto, el que es sin violencia, que no fue el caso. Por supuesto para ello debe tenerse en cuenta el número 4 donde Masotta dice que esos cuadernos que él ha fundado pasarán a depender de la Escuela. Por otra parte, a pesar de que se ubica la historia de la escuela en una historia general del país, no se dice que quien recurre a la justicia es una persona que al tiempo que hace alarde de ser revolucionario, de armas llevar, (cf. M. Plotkin, Freud en las pampas, pág. 285) está recurriendo a la justicia del proceso de 1979, la cual como es notorio, no era políticamente correcta.
Las expresiones de Norberto Ferreyra, que Lacan fue llevado a Caracas porque “se sabía bien que cualquier otro lugar que Buenos Aires iba a ser más débil a la entrada del psicoanálisis como francés y no como discurso...”, es verdaderamente poco creíble para referirse a Buenos Aires, un lugar bastante débil por cierto, para recibir el discurso venga de donde venga. De creerle a Todorov, se trataría de problemas de países del ex - tercer mundo. Es la critica que realiza (Las morales de la historia) a F. Fanon cuando decía que no había que pagar tributo a Europa, ya que ésta no es una cosa simple, ya que ha practicado el universalismo y el relativismo, el diálogo y la guerra, es decir, todo tipo de oposiciones, por lo que “al escoger una alternativa sobre otra no estamos escogiendo el Tercer mundo frente a Europa, sino una tradición europea frente a otra”. Pedir que no entrara como francés hace suponer alguna cuestión con las viejas prácticas coloniales, de la cual la Escuela Freudiana no participó –al no ir a Caracas- sosteniendo un discurso psicoanalítico (“argentino” quizás).
Parece que el tema de los desplazamientos, francés para el caso, sólo era útil en tanto se trataba de desplazar al inglés de los ’60; y no se ha destacado demasiado que la “escuela argentina de psicoanálisis” fue desapareciendo de los libros a partir de la irrupción del discurso lacaniano de la mano de Oscar Masotta y algunos otros, (entre los que se contaba Ferreyra), quien en cuanto pudo se hizo miembro de la Escuela de París. La precipitación –no el retraso- en instituir el pase en el año 1991 debe ser ubicado con relación al tema de la fundación de la EOL, así también el primer panel que re-juntó a miembros fundadores en el año 1996 y la participación de la Escuela Argentina en el año 1998 en Convergencia, pasando a formar parte de los lacanoamericanos.
Finalmente, con los ilustres nombres que han visitado la Escuela Freudiana de la Argentina según se hace saber: Jean Michel Vappereau, Dominique Inarra, Claude Dumézil, Gerard Pommier, si bien no permitiría acordar con la conclusión de Todorov cuando decía que “queriendo no hacer lo mismo que Europa, hicieron como la peor parte de Europa” nos podemos dar por enterados, hablando de amor de transferencia, que el problema no era con el francés sino con la marca, donde se sustituye una tradición europea por otra, en la ocasión unos franceses por otros.

 

Marcelo Izaguirre

 

 
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