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Acerca del síntoma. Tormento y mortificación

María Marta Giani

A partir de la lectura de “Inhibición, síntoma y angustia”, que realizamos dentro del módulo de infancia el último año, entrelazada con la clínica con pacientes obsesivos, surgió el interés de tratar de esclarecer ciertas paticularidades de los mismos.

Apuntando a recorrer las conceptualizaciones del síntoma en Freud y Lacan bajo los tres registros, voy a partir de la teoría Freudiana para señalar ciertas variaciones que se van dando, particularmente en la obsesión, desde “Las Neuropsicosis de defensa” hasta “Inhibición, síntoma y angustia”.

En “Las neuropsicosis de defensa” Freud parte de que el germen de toda neurosis es «la inmoralidad infantil” y diferencia a la histeria de la obsesión a partir de su causalidad. Si bien ambas son el resultado de una excitación sexual placentera vivida en la infancia, diferencia la posición pasiva de la histeria, respecto de la activa de la obsesión.

Desde un inicio Freud presenta al síntoma como un acto sustitutivo; las representaciones del acontecimiento sexual de la temprana infancia se separan de su afecto y éste se une a otra representación displacentera.

Cataloga a esta sustitución como un “acto de defensa del yo contra una idea inconciliable”. Así el yo intentaría defenderse del recuerdo, inicialmente reprimido, y en esta lucha crearía síntomas llamados “de defensa”.

 

Dos años más tarde en “Nuevas puntualizaciones de las neuropsicosis de defensa” introduce la culpa como generadora de la idea principal del obsesivo: el reproche.

Aquí elabora un desarrollo minucioso de la formación de síntomas del obsesivo a partir de la pubertad. La rememoración de las experiencias placenteras provoca auto-reproches que son sofocados por la defensa generando un primer tipo de síntoma: la desconfianza de sí. En caso de que los reproches no logren ser sofocados surgirán una serie de afectos obsesivos que serían resultado del retorno de lo reprimido, como: la vergüenza (de que otra persona lo sepa), el miedo hipocondríaco (de las consecuencias físicas de aquel acto), el miedo social (por el delito cometido), la angustia religiosa (por el juicio divino).

De fracasar la defensa primaria surgirán nuevos síntomas de protección, que se manifiestan con actos compulsivos como: medidas de penitencia (ceremoniales molestos, observaciones de los números); medidas de preservación (fobias, superstición, minuciosidad, escrúpulos); protección del miedo a delatarse (colección cuidadosa de todo papel escrito, misantropía), etc.

 

Varios años más tarde en “Acciones obsesivas y prácticas religiosas” de 1907, a partir de la semejanza hallada entre ambos, plantea a la obsesión como el correlato patológico de la formación religiosa y caracteriza a la neurosis como religión privada y a la religión como neurosis obsesiva universal.

 

En 1913 en “Tótem y tabú” dedica un extenso apartado a la ambivalencia. Partiendo de la doble significación de la palabra tabú: lo sagrado-santificado, opuesto a lo ominoso-prohibido, designa al tabú como: “horror sagrado” y lo utiliza para establecer equivalencias entre el hombre primitivo y el obsesivo. Ambos se conducen de manera similar con respecto al muerto, en virtud de la ambivalencia afectiva. El surgimiento de reproches obsesivos, luego de la muerte de un ser amado, deja traslucir la ambivalencia nacida de la hostilidad inconsciente, disimulada detrás del amor.

 

Cabe mencionar “El hombre de las ratas” como caso paradigmático de tormento obsesivo, donde Freud describe la expresión del joven, al relatar el terrible castigo, como con “un horror ante su placer, ignorado por él mismo”

La fuerza entre opuestos en la génesis de la neurosis obsesiva, se plantea aquí como una lucha entre: “Una pulsión erótica y un movimiento de rebelión contra ella, un deseo y una aprehensión opuesta a él, un afecto penoso y una tendencia a acciones de defensa”

 

Pero el concepto de ambivalencia cobra mayor preponderancia con el desarrollo de la segunda tópica, en 1920 en “Más allá del principio de placer”.

La introducción de la pulsión de muerte marca un nuevo rumbo en la teoría.

El conflicto entre pulsiones sexuales y del yo (o de auto-conservación) es reemplazado por el dualismo: pulsión de vida/pulsión de muerte.

De este modo reconstruye la concepción del sadismo/masoquismo al considerar que este último no es solamente secundario al sadismo, como una vuelta sobre sí, sino que hay un masoquismo primario o erógeno, que ubica de lado de la perversión.

 

Esto da lugar a una nueva clasificación en “El problema económico del masoquismo” de 1924, donde plantea de “enigmática, la aspiración masoquista en la vida pulsional del neurótico”, poniendo en cuestión al principio del placer como “guardián de la vida”.

Aquí define tres manifestaciones de masoquismo: el erógeno o primario, el femenino y el masoquismo moral.

Del masoquismo femenino dirá que es el más común y menos enigmático, lo llama de este modo, no por ser privativo de las mujeres, sino asociándolo al ser castrado, pasivo o poseído sexualmente. A esta clase se refiere en “Pegan a un niño”.

Al masoquismo moral, considerado por Freud como el más importante, lo caracteriza el padecer, el remordimiento de conciencia, tan frecuente en la neurosis obsesiva. Como ejemplo de éste destaca que una neurosis que se mostró refractaria al tratamiento puede desaparecer si la persona: cae en la miseria de un matrimonio desdichado, pierde su fortuna o contrae una grave enfermedad orgánica. Así pueden verse uniones tortuosas, donde el masoquista moral permanece unido a su partenaire, elegido inconscientemente, para administrar sufrimiento y tormentos. O acepta pasivamente una enfermedad orgánica como un castigo del destino.

En estos casos: ¿a dónde se trasladó el síntoma? Está desplazado a: la bancarrota conyugal, financiera o corporal.

 

Es así que Freud formula una “ley económica del sufrimiento” como una sustitución, expresando que “Una forma reemplaza a otra, manteniendo cierta cantidad de ésta”, siendo el masoquismo del yo quien pide castigo, sea por parte del superyó o de los poderes parentales de afuera, donde el efecto punitivo aliviaría el padecimiento obsesivo.

De este modo plantea al masoquista adulto como un niño desvalido, dependiente, pero sobre todo: díscolo, que a través de su mala conducta se declararía culpable. Ejemplo de esto es el joven ruso del “Hombre de los lobos” que “mediante la exhibición de su conducta díscola quería obligar al padre a aplicarle correctivos y pegarle, recibiendo de él la anhelada satisfacción masoquista”

Expresa que estos sujetos saben demasiado bien acerca de las torturas o remordimientos que un sentimiento de culpa generaría, por lo cual no admiten tenerlo. Aspiran al éxito y al placer, pero cuando sobreviene el fracaso realizan cierta satisfacción inconciente. Así persiguen, sin dar cuenta de ello, cualquier ocasión de tropezar con el sufrimiento y la desdicha.

Freud señala la dificultad del tratamiento en estos casos, debido a la falta de conciencia de la hipermoral bajo la cual se encuentran sometidos, dando lugar a la llamada: reacción terapéutica negativa.

Finaliza el artículo expresando que “el masoquismo moral es el testimonio de la mezcla de pulsiones, y su peligrosidad se debe a que desciende de la pulsión de muerte. Pero como tiene el valor psíquico de un componente erótico, dado por la pulsión de vida, ni la autodestrucción de la persona podría producirse sin satisfacción libidinosa”.

Respecto del síntoma, en “El sentido de los síntomas” de 1917 (Conferencias de introducción al psicoanálisis nº 17) establece que todo síntoma posee un sentido y se halla estrechamente enlazado a la vida psíquica del enfermo, poniéndolo en serie con los actos fallidos y los sueños, respecto de la posibilidad de interpretación y desciframiento.

Pero es recién a partir de “Inhibición, síntoma y angustia” en 1925 que amplía esta noción. El desciframiento deja de estar en primer plano, e introduce la concepción del síntoma como un modo de satisfacción.

Se trata de una satisfacción que escapa al principio de placer, en tanto está referida a la pulsión, más precisamente a la lucha de mociones pulsionales.

El yo se sustrae al ello, pero no a los tormentos que le inflige superyó.

De este modo puede experimentar una sensación de culpa inexplicable o evitarla a través de una nueva formación de síntomas expiatorios, de autopunición, que son el correlato de satisfacciones pulsionales masoquistas.

Respecto de la neurosis obsesiva destaca dos actividades fundamentales del yo en la formación de síntomas: la anulación y el aislamiento. Con la anulación retroactiva, suprime una vivencia desagradable por medio de una sustitución, que al repetirse compulsivamente da lugar a los ceremoniales.

Por aislamiento, el obsesivo separa el afecto de su representación. No olvida, pero sus recuerdos quedan aislados, despojados de afecto y sin vías asociativas, pudiendo desplazarse hacia otras representaciones. Así el yo se mantiene alejado de las asociaciones llevando al obsesivo a la compulsión a la concentración.

 

Freud establece un desarrollo cronológico respecto de las condiciones de angustia; de este modo expresa que a medida que el niño crece va logrando cierta independencia que se acompaña de cambios respecto de las situaciones de peligro. Establece en la pubertad el momento crucial de formación de síntomas obsesivos. Y expresa que al despersonalizarse la instancia parental, de la cual se temía la castración, el peligro se vuelve más indeterminado. Así como el superyo es el padre que devino apersonal, la angustia frente a la castración con que este amenazaba, se transforma en una angustia social indeterminada o en angustia de la conciencia moral.

El yo se sustrae de la angustia, ejecutando obediente, los mandamientos, preceptos y acciones expiatorias que le son impuestos.

De este modo, si la angustia es la reacción frente a la situación de peligro, los síntomas son creados para evitar la situación peligrosa que ésta señala, mediante una sustitución que será displacentera.

En “El partenaire-Síntoma” Jacques Alain Miller destaca lo que Freud verifica: que más allá del desciframiento queda algo que persiste, y da cuenta de ello con la creación de diversos conceptos: la reacción terapéutica negativa, el masoquismo primordial, la pulsión de muerte.

Freud ya no se pregunta qué quiere decir el síntoma, sino qué busca, qué satisface. El síntoma ofrece una satisfacción que podría llamarse anómala. Presenta la paradoja de que una satisfacción pulsional se presente como displacer. El síntoma como sustitución pasa a tener un valor metafórico, de satisfacción de la pulsión.

En el mismo texto señala que: parte de la última enseñanza de Lacan, apoyada en “Inhibición, síntoma y angustia”, señala el advenimiento del síntoma no por la castración, sino por el goce.

Desde esta perspectiva el síntoma no es perturbador, designa por el contrario una manera de gozar.

Es a partir de esta conceptualización que sostenemos que la posición del analista, en tanto no empática, debería forzar al analizante a escuchar que: allí donde sufre, se satisface.

 

María Marta Giani

Módulo de investigación sobre infancia

 

Bibliografía:

- Freud, Sigmund ( de Obras Completas. Amorrortu Editores)

“Las neuropsicosis de defensa” (1894) 3: pág. 41

“Nuevas puntualizaciones de las neuropsicosis de defensa” (1896) 3 pág.157

“Acciones obsesivas y prácticas religiosas” (1907) 9 pág. 97

“A propósito de un caso de neurosis obsesiva” (1909) 10 pág.119

“Tótem y Tabú” (1912-13) 13 pág.1

“Conferencias de introducción al psicoanálisis”

nº17: “El sentido de los síntomas” (1916-17) 15 y 16

“De la historia de una neurosis infantil” (1918) 17 pág. 1

“Pegan a un niño” (1919)17 pág.173

“Más allá del principio de placer” (1920)18 pág.1

“El problema económico del masoquismo” (1924) 19 pág.161

“Inhibición, síntoma y angustia” (1926) 20: pág.71

- Lachaud, Denise “El infierno del deber” Ediciones del Serbal

- Miller, Jacques Alain “El partenaire-Síntoma” Editorial Paidós

- Assoun, Paul-Laurent “Lecciones psicoanalíticas sobre cuerpo y síntoma”.

Editorial Nueva Visión

- Assoun, Paul-Laurent “Lecciones psicoanalíticas sobre el masoquismo”.

Editorial Nueva Visión

 

 

 
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