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De la contratransferencia a la metalización: 50 años del síntoma borderline

por Elena Levy Yeyati

Desde un punto de vista histórico, si bien el término de estados límites puede remontarse a la psiquiatría del siglo XIX, el actual trastorno borderline de la personalidad es producto del lobby de psiquiatras y psicoanalistas norteamericanos que desembocó en su establecimiento oficial a partir del DSM III. Según J. C. Maleval (1994) al menos tres cosas condicionaron su emergencia:

1-la promoción de la cura tipo entre los autores post freudianos en los años’50.

2-una falta de aproximación rigurosa a la estructura de la neurosis y de la psicosis.

3-la aplicación, a partir de los años ’50, de los psicofármacos.

Desde un punto de vista epistemológico es un caso en que una clase subordinada (borderline) se volvió prácticamente sinónimo de la clase superordinal (trastorno de la personalidad), mostrando qué difícil es representarse cuál sería el mejor de los ejemplos para hablar del trastorno. Si se pide una descripción de cómo es un trastornado límite vemos que su uso se aplica a casos muy diferentes. La alta tasa de “comorbilidad” en psiquiatría también demuestra que la clase es muy inespecífica y heterogénea. La población de individuos que caen bajo estas etiquetas hoy desborda el dispositivo clínico y se reconocen en el campo social: por ejemplo en los casos de violencia urbana y doméstica; o de toxicomanías y criminalidad. La consecuencia directa de todo esto es que el diagnóstico de border no significa casi nada desde el punto de vista de la operatividad clínica y sin embargo constituye una de las formas del malestar actual: me refiero al de los practicantes (1). Por todo esto, me sorprendió encontrar en una editorial del British Journal of Psychiatry de 2006, escrita por P. Fonagy & A. Bateman (2006), un informe manifiestamente optimista acerca del progreso en la psicoterapia de los trastornos borderline.

Me interesa retomar el problema ya que alrededor del tema del borderline podemos revisitar algunas cuestiones planteadas por Lacan en “Variantes de la cura- tipo” (escrito en 1955). Estas cuestiones son dos, y están relacionadas entre sí: 1-la extraterritorialidad del psicoanálisis respecto de la psiquiatría y de las ciencias; 2-la pregunta por cómo entender la interpretación analítica (2).

Siguiendo el comentario que G. García (2007) hizo de este escrito en Fundamentos de la clínica analítica vemos que trata sobre las variaciones históricas de la práctica psicoanalítica y sus intentos de validación fuera de la IPA, ya que ésta, al respaldar “... verdades no discutidas...todo reconocimiento del psicoanálisis lo mismo como profesión que como ciencia se propone únicamente ocultando un principio de extraterritorialidad”, principio que G. García explica con la fábula del murciélago de La Fontaine a la que Lacan hace referencia.

En “Variantes…” Lacan, además, afirma que el malestar surgido de una carencia teórica acerca de la interpretación analítica eficaz motiva la huída hacia la contratransferencia “con la que el analista escapa de la acción que le corresponde”.

En la actualidad P. Fonagy y A. Bateman intentan dar cuenta de la interpretación eficaz en los casos llamados borderline, buscando apoyo teórico en explicaciones neurobiológicas del trastorno. E. Laurent incluyó los trabajos de Fonagy dentro del psicoanálisis cognitivo. El cognitivismo en juego se reconoce, entre otras cosas, por una operación de traducción: el amor (materno, romántico, o de transferencia) se llama apego; se agrega, además, un lenguaje internalista sobre representaciones mentales de acciones intencionales propias y ajenas, lo que se llama mentalización. Como los autores consideran que el fracaso terapéutico con esos pacientes se debe a efectos secundarios de las interpretaciones del analista cuando intenta explicar estados mentales a quien supone que los posee en forma ya constituida, deben aclarar primero que la problemática del borderline consiste en un déficit de las representaciones mentales acerca de los comportamientos propios y la mentalización que de ellos tenga la otra persona.

Para ello fundamentan su argumento teórico en las investigaciones de neuroimágenes del amor materno y del amor romántico de A. Bartels & S. Zeki (2004). Estos investigadores sostienen entre sus conclusiones que hay una relación parcialmente excluyente entre la fuerza del apego y los sentimientos depresivos por un lado, y los juicios morales que contienen una teoría de la mente de la otra persona (mentalización) por el otro. P. Fonagy & A. Bateman (2006) subrayan este último aspecto en su artículo con el fin tanto de naturalizar la clase clínica de la que hablan, como para rectificar la posición del analista en lo relativo al manejo de la transferencia en esa “clase” de casos. Concluyen:

1-desaconsejan, por iatrogénicas, las interpretaciones que dan explicaciones causales a los pacientes acerca de sus supuestos estados mentales; 2-la actitud del analista no debe favorecer el apego erotómano y la sobredependencia, desatados por las interpretaciones relativas a la pareja analítica; 3- la mente del analista debe poder ser modificada por la de su paciente,- en eso consiste una mentalización lograda.

Pero, el punto 3 de sus conclusiones, ¿no es acaso un nuevo nombre de la contratransferencia que se aggiorna según el discurso científico que le conviene?

Este es el lugar en que podemos oponer otra investigación analítica y su esfuerzo de renovación alrededor de la interpretación, más allá de su aplicación a un tipo clínico: la sugerida por J. A. Miller y E. Laurent en 2005, momento en que se publicó en Francia el seminario de la angustia.

En ese momento, J. A. Miller (2007) afirma que a partir del seminario de la angustia el deseo en la enseñanza de Lacan ya no se concibe solamente (ni principalmente) a partir del deseo metonímico, idéntico a la interpretación del analista. Esta idea del deseo está estructurada sobre un concepto muy preciso de la fenomenología llamado intencionalidad. La intencionalidad es uno de los rasgos que distingue lo mental de lo material, o bien las cosas subjetivas de las objetivas: son estados que “se refieren a” o “son acerca de” objetos distintos de ellos mismos. J. A. Miller designa este enfoque del deseo como el del deseo fascinado por el objeto al que se dirige. Sin embargo, a partir del seminario de la angustia Lacan va a oponer a la estructura intencional del deseo que apunta a un objeto, la causalidad de un objeto, condición del deseo. Entonces, se tratará, para el analista, de interpretar el objeto-causa (o el semblante del objeto a). ¿Pero de qué objeto se trata?

E. Laurent (2005) explica esto un poco más: objeto-causa es el nombre que encierra la paradoja de la causalidad, ya señalada por Hume, de tratarse de un objeto que no está en el mundo de los objetos.

En su conferencia de Comandatuba, J.A. Miller (2005) sostuvo que el discurso hipermoderno de la civilización tiene la estructura del discurso analítico, pero en forma que disyunta, y sólo la idea de un psicoanálisis puro podría pretender ordenar estos elementos. Resulta irónico. Llega a decir que el objeto a, plus de gozar, es correlativo de lo que “yo llamaría, -para hablar como Damasio-, un estado del cuerpo propio...”, que falla en escribir la relación sexual. Habría que ver qué puntos tiene realmente en común esta idea con la de A. Damasio acerca de que tenemos percepciones de “estados de cuerpo”. Para A. Damasio esos estados luego se refieren a alguna cosa. El objeto intencional que causa desde el exterior respuestas del organismo, es reemplazado, en su teoría, por una imagen del cuerpo que responde a un objeto del entorno que provoca acontecimientos corporales y que al responder causa... ¡imágenes mentales! Precisamente, se le ha criticado a Damasio el no haber podido salirse del internalismo. Resulta difícil concluir sin ambigüedad, ¿cuestión murciélago?

 

diciembre de 2007

Notas

(1) El lector interesado puede consultar el trabajo previo “Consideraciones críticas sobre los trastornos de la personalidad”, publicado en Revista Acta.

(2) Para muchas corrientes analíticamente orientadas, la contratransferencia es un instrumento de comprensión del paciente llamado fronterizo. El establecimiento de los criterios de analizabilidad (e inanalizabilidad) de la psicología del yo se produce cuando la corriente del psicoanálisis americano domina la IPA en los años ‘50. A ese dominio apunta Lacan en “Variantes de la cura tipo”. Tal corriente constituye un modelo en que el psicoanálisis se confunde con la psiquiatría y la contratransferencia es considerada un medio del cual el analista puede servirse para hacer interpretaciones eficaces.

Referencias bibliográficas

-Bartels, A. & Zeki, S. “The neural correlates of maternal and romantic love” Neuroimage 21, 2004, pp.1155- 1166.

-Fonagy, P. & Bateman, A. “Progress in the treatment of borderline personality disorder” British Journal of Psychiatry 2006, 188, pp. 1-3

-García, G. Clase del 23 de noviembre de 1985 en Fundamentos de la clínica analítica Otiumediciones, (2007)

-Lacan, J. “Variantes de la cura- tipo” Escritos 1 Siglo XXI editores (1966; 1988)

-Laurent, E. Nuevos síntomas, nuevas angustias, EOL-Grama (2005), pp.36-37

-Levy Yeyati, E. “Consideraciones críticas sobre los trastornos de la personalidad” Acta psiquiát. psicol. Am lat.2007, 53 (1), pp. 41-45

-Maleval, J.C. “Cómo desembarazarse de la histeria o la histeria en el siglo XX” Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XIV, nº 49, 1994, pp. 269-290

-Miller, J.A La angustia lacaniana Icba/Paidós (2007), pp 81-84

-Miller, J.A. “Una fantasía” Revista Lacaniana de Psicoanálisis, vol. 3, pp 9-19

 

 

 

 

 
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