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Puntualismo Ortopédico

por Graciela Musachi

“Un paciente impotente se mostraba ansioso por iniciar el análisis y temia que su esposa lo abandonara si no se curaba ya que, según decía, no podía vivir sin ella. Como es natural trajo al tratamiento tremendas resistencias. Incluso durante la primera entrevista me preguntó si no sería mejor que se separara durante un tiempo de su mujer, pero le señalé que, por el momento todo debía permanecer igual. Sin embargo, en las sesiones siguientes, volvió a plantear una y otra vez esa pregunta y surgieron fantasías según las cuales deseaba abandonar a su mujer no en forma temporaria, sino para siempre. Despues de comprobar que su impotencia total representaba sentimientos no articulados de venganza como reacción frente a ciertas experiencias, aparecieron sueños y fantasías en los que abandonaba a la esposa y regesaba junto a su madre. Así, su deseo conciente de volverse potente se oponía a un deseo inconciente de regresar al lado de la madre quien, aparentemente, representaba para él la ´´salud¨´”.

Hemos “supervisado” este caso con el Dr. Lacan quien ha dicho que “sin necesidad de avanzar mucho en el análisis, a veces se hace a todas luces manifiesto que el motivo que lleva al paciente a buscar la salud, el equilibrio, es justamente su propósito inconciente en su alcance más inmediato, ¡Qué buen refugio, por ejemplo, le ofrece el análisis para restablecer la paz del hogar, cuando ha tenido tropiezos en su función sexual o cuando se le presenta algún deseo extra marital!.Desde los primeros momentos se ve a las claras que el paciente desea, en forma de una suspensión provisoria de su presencia en su casa, lo contrario de lo que vino a proponer como objetivo primordial de su análisis –no la restitución de su hogar sino su ruptura.”

En la ficción que presento, Lacan supervisa, en 1964, a “uno de los más prometedores jóvenes vieneses” de 1924, Hermann Nunberg . Lacan destaca el humor de Nunberg en la presentación de sus casos pero, fundamentalmente, la pregunta que se plantea a través de ellos y que, según Lacan, “merece atención” : “A fin de cuentas ¿qué lleva al paciente a recurrir al analista para pedirle algo que él llama Salud, cuando sabemos –la teoría lo dice- que su síntoma está hecho para procurarle ciertas satisfacciones?.” Se refiere a un trabajo presentado por el joven prometedor en la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1924 y luego publicado en 1926, “The will of recovery”. Recovery no es curación en sentido estricto, como señala Lacan, sino restauración, retorno a un estado anterior.

El entonces joven Nunberg no confía, pues, en las “afirmaciones concientes” del paciente ya que ha comprobado que entre el analista y el paciente “siempre hay un ´malentendido´: el primero y el segundo hablan lenguajes distintos, pues entienden dos cosas distintas por ¨salud¨” lo cual hace que “el paciente espere del psicoanálisis algo distinto de lo que le puede dar” . Joven conclusión: el analista debe tratar el “deseo de sanar (...) igual que cualquier otro síntoma”.

Lacan sitúa estas afirmaciones en las relaciones del sujeto con el Otro cuando, finalizando su comentario sobre Nunberg, señala “la profunda ambigüedad de toda aseveración del paciente debido a que ella tiene de por sí, dos caras” en las que “la dimensión de la verdad se instaura con cierta mentira y aún por ella”.

Escoria o resto

Imaginemos hoy al esposo impotente que va a pedir la cura de su trastorno al saber médico aliado con el amo. El hecho de que el psi en cuestión se dedique a curarlo de su impotencia no sólo implica engañarse con respecto a su demanda sino que aísla “naturalmente”, (dicho por E.Laurent) pequeños síntomas declarados equivalentes de un trastorno global por una metonimia abusiva. Esta segmentación es la que permite entonces indicar, a veces, ejercicios sugestivos de autocondicionamiento, como se muestra de modo gracioso en la obra “Ella en mi cabeza”. El esposo impotente se vería así llevado a pedirle a su esposa que realicen sistemáticas confesiones mutuas respecto del síntoma o ejercicios de acercamientos progresivos al cuerpo del otro. ¿Qué consecuencias podrían seguirse de lo que acerca cada vez más al sujeto a un objeto del cual, ha enseñado Freud, aunque se quiera, no se puede huír?.

Por otra parte, ésta segmentación implica la univocidad supuesta del lenguaje con que se opera, la que permitiría establecer objetivos acordados con el paciente en base a definiciones del problema a tratar mientras que la definición del problema no afectaría ni sería afectada por el tratamiento que tambien pone en juego (cuando lo pone) un encuentro con lo real de los cuerpos, descontado en este caso Respecto del tiempo, supone una progresión de la cual las sesiones sólo serían una supervisión del efecto repetitivo del ejercicio y se reduce al uso del tiempo como duración, apropiado al sentido común.

Esta visión “puntualista” de la ciencia, vigente hacia fines de 1880, comienza a ser minada por Poincaré a fines del siglo XIX cuando señala que los procesos caóticos están presentes en todos los sistemas, cuando Fisher demuestra que la variación de un factor altera la totalidad de los demás y cuando, en 1954, Ashby concluye y demuestra que intervenir puntualmente en cualquier sistema es una falacia, por lo que se deduce que una intervención supuestamente especifica no necesariamente conduce a un resultado en el mismo lugar. No es posible calcular las consecuencias de una intervención puntual. ¡Tantos trabajos de amor por la ciencia perdidos!. Freud, Einstein, Heisenberg, Borh, etc. no son puntualistas, puntualiza quien nos provee esta información.

Sin dudas, al hablar de cierto cálculo de la interpretación analítica, el psicoanálisis no hace sino marcar su propio límite ya que el único cálculo que es posible hacer es sobre la base de los efectos de retorno que produce teniendo en cuenta su modo de concebir la ficción y el canto de la palabra: y el lenguaje. en la serie de las sesiones, el trabajo analítico se produce entre ellas en un movimiento temporal de anticipación de la sesión por venir que se produce a expensas del saber del analizante y de retroacción sobre las definiciones de partida, haciendo aparecer en las resonancias de la palabra, los amos que encarcelan.al sujeto

En ocasión de las discusiones sobre el analisis laico nuestro amigo Nunberg se ubicaba, a diferencia de muchos de sus colegas de entonces y de los más renombrados, del lado de Freud contra la medicalización del psicoanálisis. Pero poniendo las cosas en su lugar: “En nuestras filas, como en todas partes, la lucha económica encuentra su ideología”. Esto sucede, “en la medida en que el analista se encuentra colocado en un campo del que sólo puede huír. Busca, entonces, seguridad en teorías que se ejercen en el sentido de una terapéutica ortopédica, que tienden al conformismo, que procuran al sujeto un acceso a las concepciones más míticas del happiness. Esto, unido al manejo sin crítica del evolucionismo, constituye el ambiente de nuestra época. La escoria, en este caso, son los propios analistas, no otra cosa” y agrega Lacan “pese a que el descubrimiento del inconciente es todavía joven y constituye una oportunidad sin precedentes de subversión”.

Nunberg, a principio del siglo XX, debate con el sentido común, médico. Lacan, a mediados de ese siglo, con el ortopedismo de tal sentido común. Nuestra actualidad debate con el sentido universal del ¡tásese! (así leo las Terapias Cognitivo Comportamentales). ¿Cuál es la diferencia en esta repetición? Un contexto que ha dejado de ser ibseniano gracias, tambien, a la operación analítica, aunque no solamente pero, sin dudas, el descubrimiento del inconciente, como Nunberg, ya no es tan joven aunque no está de ningún modo muerto, a tal punto que alguien como Harold Bloom puede decir que Freud es nuestra cultura, que estamos en la era de Freud y que en el incipiente siglo XXI, el psicoanálisis “en un sentido social” –dice- “se ha convertido en una especie de neurosis de transferencia universal”. .Considerando esta neurosis de transferencia universal y, considerando además que las tásese son resultado de la extrema standarización del psicoanálisis norteamericano (con la pretensión de rehumanizarlo, en vista de cierta neutralidad mortífera que lo orientaba, según Miller), considerando estas variables, encontramos nuestra parte no sólo de responsabilidad en el impasse de nuestra cultura sino tambien nuestra orientación...Como en la transferencia, entonces, el obstáculo a la propia acción es la orientación respecto del real al que el analista se ve confrontado en un contexto no ibseniano.

Trastornados

Como resultado del creciente empowerment femenino, Jacques Lacan se vio empujado a cambiar su concepción de la pulsión: si en 1964 la satisfacción pulsional era la misma para unos y otras, en 1973 hay dos modos de gozar que, de un modo retorico, ha nombrado felicidad y exilio. Pero ese empuje no cesa hasta el final en que la cosa va a tramarse en nudos para tratar de captar algo que ese empowerment mismo (el hecho de que las mujeres encarnen ahora el Uno) hacía cada vez más visible: la estructura del Otro no cuenta con un significante Otro y aún más, el Otro está tachado, falta, está forcluído para todos, lo que generaliza el delirio y cada uno tiene que suplir esa falta con su propio delirio-síntoma.

En el insostenible nudo real, simbólico, imaginario, el “síntoma es un acontecimiento del cuerpo” pero “una mujer es síntoma de otro cuerpo”. Dos modos de suplencia del paciente de Nunberg. Su mujer es una para él ya que él la nombra como la suya y pone en juego de este modo la nominación de una singular. Mientras ella se situaba allí (no era histérica entonces) cumplia con su función de síntoma de otro cuerpo, otro que el propio (era un valor de cambio) pero a la vez propio cuerpo porque es el síntoma que él ha elegido. “Ciertas experiencias”, dice Nunberg, han cambiado la economía libidinal de estos trastornados de modo que la satisfacción que ella procuraba retorna al cuerpo del sujeto, como acontecimiento que vuelve a ese cuerpo extraño a sí mismo, el no puede con ella (valor de uso) ...

Para que este nudo por decir bien la torsión suplente del síntoma mujer no se aloje en la garganta, hay que hacer hablar a la otra: “...el hecho de enfrentarse a nuestro propio cuerpo, que (aunque sea lo orgánico viviente) no deja de ser para nosotros lo exterior y lo externo en el sentido más íntimo, la primera cosa diferenciada con relación a nosotros mismos en tanto que nosotros somos los interiorizados que habitamos en el interior del cuerpo, como la cara del erizo; y sin embargo, lo que concierne precisamente a nuestro cuerpo, nuestros pies, nuestros ojos, nuestras orejas, nuestras manos, es ciertamente lo que se dice ser “nosotros mismos”, este inquietante, desorientador fenómeno, de ordinario no se disipa completamente más que en el comportamiento amoroso de otro, y es sólo él quien legitima de manera soportable nuestro cuerpo en tanto que nosotros mismos.” Es una mujer que trata de explicarle su lugar a su antiguo amor. En otra ocasión es más explícita: “Si durante años fui tu mujer es porque tu fuiste para mi la primera realidad”. Esta mujer fue una para él pero tambien encarnó a una de las primeras mujeres libres, según Francoise Giroud. Lou Andreas Salomé se escribe con Rilke cuando él no soporta “el pavor ante lo que, por obra de un malentendido indecible, se llama Vida”.

El deseo de sanar, decía Nunberg, debe ser tratado como un síntoma.¿ Un síntoma de qué?.

Rilke, penando de más –diria Lacan- muestra que es imposible curar de la vida, de su goce. Por lo menos, mientras se está con ella. .Lo que hace a cada uno perseverar en el ser no es algo a ser curado. Es algo respecto de lo cual es posible situarse, es algo que, cuando es pavor, es una de las formas de ese penar de más que es lo único que justifica la intervención de un analista ya que una rectificación a nivel de esa exigencia que está en juego sólo es posible por el acto analítico. ¿Por qué Lou no quiso que Rilke se analizara? ¿Es por el ya entonces insostenible argumento de que un artista, si se analiza, pierde su capacidad creativa?. ¿O habría que orientarse hacia el lugar de suplencia que ella jugaba, aún, para el torturado poeta?

Vuelta a empezar, para algunas, ¿entonces no hay mujeres libres? ¿En qué sentido Francoise Guiraud puede decir que Lou, por ejemplo, era una mujer libre?. Ella ha leído a Lacan. Quien había dicho que “Una mujer en particular puede encarnar la idea de libertad” y esto porque, cuando ama, no está toda allí. Pero tambien fue Lacan quien sostuvo del principio hasta el fin que la libertad confina con la locura. Es a causa de su libertad, aclara Francoise, que “a menudo,una mujer libre es cruel” con los hombres. Basta leer el relato del encuentro de Lou con Franz Wedekind quien, fascinado y ridiculizado por Lou, acabó vengándose de ella en la obra que subrepticiamente la pone en escena (en “Lulú”) como una mujer escandalosa. (Aceptemos que Wedekind, con su creación, penó menos que el paciente de Nunberg para resolver sus deseos de venganza aunque seguramente contribuye a ello que Lou no era el síntoma del escritor)

Esta libertad la sustrajo durante muchos años del amor físico aunque, despues de haber sucumbido, captara que “toca el núcleo del ser”. Esa libertad la articula así para escarnio de las feministas de su época y para los buenos entendedores, que podríamos ser nosotros: “No se preocupen de lo que quieran los hombres, hagan lo que pide Dios, que debe ser su único señor. Ahí radica la libertad”.

¡Vaya ortopedia !. .

 

 
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