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Batallas argentinas

por Marcelo Izaguirre

"Lo que yo preveo no es un éxito inmediato sino una incesante lucha"

Sigmund Freud

Se ha tornado lugar común decir que los psicoanalistas se llevan muy mal entre ellos. Se ha dicho respecto a los puntos más diversos, y es conocida la división reinante entre los analistas de diversas corrientes y las subdivisiones existentes dentro de las corrientes, que confirmarían que las divisiones no son teóricas. Que en otros tiempos, en nuestro país la APA fuera la institución hegemónica con su corriente kleiniana reinante en todos los ámbitos, explica la apreciación que formulaba Horacio Etchegoyen, cuando decía que, mientras Lacan la había emprendido contra la psicología del yo, los lacanianos porteños la habían emprendido con Melanie Klein (cf. ETCETERA Nº 28). Hay que decir que no la habían tomado tanto con Melanie Klein como con los kleinianos miembros de APA. Había que construir un territorio y hacerse un sitio en el mismo. La disputa de Oscar Masotta con Emilio Rodrigué es un ejemplo de ello. Hay otros que dan cuenta de las disputas intrainstitucionales, como la separación de Plataforma y Documento de APA, y la posterior escisión de ApdeBA. La división de la EFBA y la existencia de innumerables grupos es el ejemplo dentro de la corriente lacaniana. Dentro de ella como ha expresado Mario Goldenberg, en su exposición en el Centro Descartes, (también fuera), numerosas personas han visto la posibilidad de hacer carrera psicoanalítica tomando como referente la universidad, mientras otros, entre los cuales él se contaba, habían decidido apostar por una escuela, en ese caso, el de la Orientación Lacaniana, como lugar de formación y práctica. Se sabe que hay otros grupos que no se encuentran en ninguno de los dos lugares, podemos leer afirmaciones de alguien que ha pasado por distintas instituciones, entre ellas por APA, actualmente preocupado por los estados generales, - ¿propedeuticas de una nueva revolución?- donde afirma que siempre ha estado en contra de las instituciones. Interesa destacar que la práctica del psicoanálisis, más allá de Kohan Miller, (quien tenía como referencia al hospital) resulta casi imposible en soledad, y si algunos han tomado como referencia instituciones de la IPA y otros de la AMP, es conocido que quienes dicen no aceptar ni uno ni otro, tienen otros sitios de convergencia. En buena hora, por el psicoanálisis. Mostafha Safouan afirmaba en un reportaje que en algún lugar había que estar, aunque más no sea por los pacientes. Aunque más no sea por el psicoanálisis, podría concluirse a diferencia del egipcio.

Es significativo que algunos hayan decidido apostar a la universidad para el desarrollo del psicoanálisis. Que los psicoanalistas pasen por allí no permite suponer algo de aquel, es como pensar que al concurrir un analizante a ver a un analista ya hay psicoanálisis. Poco y nada de él circula por aquella y no sólo de psicoanálisis: alguien afirmó que pudo entender la fama de la expresión de que el saber no ocupa lugar cuando llegó a la universidad, ya que, si hay algo que no ocupaba ningún lugar en ella, era justamente el saber.

Estas alusiones responden, en primer lugar, a críticas y enojos, por el modo en que en su oportunidad comentara una serie de reportajes que se habían hecho a un grupo de psicoanalistas que opinaban sobre sus relaciones con el psicoanálisis, la universidad, y en particular con el lacanismo, Oscar Masotta y Jacques A.- Miller. Algunos incluso, afirmaron que había citado en demasía el texto de los reportajes sin demasiada elaboración personal. Para no dar lugar a locas disputas de copyright ni abonar otra semilla de esa cosecha terminan las alusiones, no sin dejar de señalar que justamente algunos de los que se han quejado, en el mismo medio virtual, han permitido la publicación de un texto obsceno criticando a un psicoanalista porque en un reportaje que se le había hecho no hablaba del fundamental papel del psicoanálisis en la universidad de Uruguay. Digo propiamente obsceno, pues además del mal gusto de los términos en que está expresada la supuesta respuesta, está fuera de escena, pues no se entiende por qué hay que reclamar a alguien que no hable de lo que se espera. Para quien así opina basta recordar lo que afirmaba Lacan en el seminario 2 cuando decía que si uno se decepcionaba por la respuesta del otro, eso indicaba que se había tratado de una verdadera respuesta, ya que permitía no caer en las confusiones imaginarias donde todos los gatos son pardos (por supuesto, Lacan se refería al yo y al otro, pero la oscuridad del artículo evoca la figura de cierto trasnochamiento)

En segundo término, porque las peleas y los cañones no se restringen a las que realizan los psicoanalistas entre sí, sino que en reiteradas ocasiones se apunta a cierto psicoanálisis —en particular el lacaniano- con un supuesto alarde de explicación objetiva de la historia, a diferencia de lo que acostumbran a hacer los psiconalistas que sólo justifican posiciones. Tarea realizada especialmente por los profesores universitarios, que si bien la van de intelectuales, siguiendo a Juan Carlos Torre, hay que decir que "la figura del intelectual es muy difícil de sostener en la Argentina y que muchos de los que pasan entre nosotros por intelectuales son, en realidad, profesores". Por ello resulta curioso la fuerza de ese lugar común en el que caen, cual alma bella, quienes dicen que sólo los psicoanalistas nos peleamos tanto, como si fuera una particularidad de los psicoanalistas o del psicoanálisis. Quien sostenga tales afirmaciones sólo lo puede hacer bajo la supina ignorancia de los distintos textos que acompañan las diferentes peleas por el mundo. Para no hablar de Sokal y compañía, se pueden leer las discusiones de John Searle con el cognitivismo, de Hilary Putnam con Fodor y Chomsky, las opiniones de George Steiner sobre los universitarios con su robo de bibliografía secundaria, la de Beatriz Sarlo con Ricardo Piglia, etc. Como la lista es innumerable, para quien piense que el rasgo diferencial argentino es que la gente puede llegar a no hablarse por esas peleas, es recomendable la lectura del libro de Ian Hacking ¿La construcción social de qué? Al menos hasta la segunda página del Prefacio, donde se puede leer: "Muchos historiadores y muchos filósofos no se hablan entre sí, o por el contrario hablan sin escucharse unos a otros, porque un bando es desafiantemente ‘construccionista’ mientras el otro abomina de esa idea. En arenas más amplias, científicos públicos disparan contra los sociólogos que a su vez devuelven el fuego. Llegan casi a olvidar que se están debatiendo problemas".

El rasgo argentino en mi opinión es, como decía, el de peleas cruzadas, haciendo "como si" no pelearan o en el mejor de los casos, como afirmara David Viñas: el ninguneo. A ello habría que agregar la práctica del supuesto debate entre amigos, muy frecuente desde cierto punto de vista. Cercana a la figura famosa que encarnaba Tato (no Bores), vinculado con los aires catedráticos. La censura de hoy equivale a la falta de debate de ayer. Afirmación que surge de la lectura del libro salido poco tiempo atrás, en medio del caos argentino La batalla de las ideas tomo VII de la colección denominada Biblioteca del pensamiento argentino. Tomo dirigido por quien presentan en la solapa, como catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y otros laureles. La censura de lo que allí no se lee, evocó otro debate ausente en su momento, mencionado en una actividad donde se hablaba de la presencia del psicoanálisis en los medios, en la década del ’60 y ’70.

Me refiero a una discusión que no quiso sostener un columnista en los ‘70, y algo se podía decir sobre eso. Fernando Ruiz en el libro Las palabras son acciones habla del diario La Opinión, hasta el año 1977, cuando le expropian el diario a J. Timerman. Ahora bien, en el diario La opinión, segunda época, en el año 1979, uno de los columnistas habituales del diario, de la sección crítica cultural, escribió acerca del libro de Germán García La entrada del Psicoanálisis en la Argentina. En el comentario, realizado en el suplemento cultural del diario, en cuya conducción se encontraba la catedrática citada, se decía entre otras cosas, que el libro presentaba "una visión mística de la verdad". Por cierto, el libro de Germán García merece cualquier comentario crítico, pero difícilmente se pueda adscribir a una visión mística de la verdad, creo en todo caso, como ocurre, que el periodismo ha sido usado para sostener posiciones personales. Cuando Germán García intentó abrir una discusión, el columnista dijo que no tenía ninguna posición que dirimir. En tal sentido, los medios usados para dirimir posiciones, de quienes dicen no tener posiciones que dirimir, son complicados (esto que parece un trabalenguas, para explicarlo llevaría mucha tinta, explicar por ejemplo, las relaciones de los intelectuales con el poder, por ello dejaremos aquí por ahora). Podríamos decir hoy, haciendo un curso veloz de periodismo, que se estaba haciendo un uso arbitrario desde el título mismo, ya que podría haberse tomado el libro y titular, en lugar de visión mística de la verdad, "Reivindicación de Garma". Parece difícil, pero se encuentra. Cuando se afirma: "... basta leer a Garma para comprender que, si bien ‘invirtió’ muchos de los términos de Freud, intentó siempre mantener su discurso como fundamento del psicoanálisis... leyendo a Garma se pueden encontrar verdaderas articulaciones, de una lectura y de una escucha minuciosa. Entre nosotros es el primero que descubre al súper yo ligado al goce, interrogando la vertiente banal del culturalismo que lo reduce a una internalización de los valores sociales...". (cf. Entrada del psicoanálisis en la Argentina) Entonces, podemos encontrar algunos textos con los que podríamos hacer otros artículos periodísticos, y otros usos. En lo citado, por ejemplo, podríamos encontrar la oposición entre Garma y Pichon Rivière, o entre psicoanálisis y psicología social.

Jorge Warley en su artículo "Revistas culturales de dos épocas", en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, (Nº517-519, julio-setiembre, 1993) destaca un episodio, vinculado al comentario anterior: de qué manera algunos integrantes de la revista Punto de Vista, entre otros, utilizaron la postura política que ellos tenían, con la apertura de la democracia, para poder promover sus posiciones políticas dentro del ámbito universitario, académico, de becas, etc. lo cual implicó gestos políticos acordes, y devino luego en un desplazamiento del discurso, en beneficio de un discurso periodístico. ¿Tendrá algo que ver la posición de los intelectuales con lo que pasa en el país? Si recordamos lo que recomendaba Freud respecto a no ceder en las palabras porque se termina cediendo en los hechos, y observamos el recorrido que han tenido respecto a la gratuidad de la universidad, al menos resulta problemática, cuando leemos lo que han concluido algunos de ellos, como Marcos Aguinis quien de la Cruz invertida pasa a su libro —¿autoreferencial?- El atroz encanto de ser argentinos, donde afirma que la universidad debe ser paga, y coincide con las afirmaciones de Beatriz Sarlo (la catedrática de marras) en el reportaje que le hicieran, paradójicamente, en el diario la U (9-08-02, pag.2). La referencia no es para abrir un debate sobre la gratuidad de la enseñanza, sólo para entender las afirmaciones de Germán García en un comentario de 1972. (cf. luego)

La práctica de la censura por los medios y personas ligados a la universidad son notables: la última perla la encontramos en la exposición del Centro Cultural Universitario que se lleva a cabo en la facultad de psicología actualmente, allí ubican en un recuadro a quienes han hecho historia, ¿en la facultad?: Arminda Aberasturi (sic) Angel Garma, Mauricio Goldenberg, Marie Langer, Irene Orlando, Enrique Pichon Riviere, Arnaldo Rascovsky, y Raúl Sciarreta. En esa gran exposición que ha llevado adelante nada menos que el Centro Cultural de la facultad con el asesoramiento de grandes profesores, no llama tanto la atención la mención de Sciarreta, como la ausencia de dos nombres que los que había hablado Mario Goldenberg: León Ostrov quien enseñara psicoanálisis allí durante años, y Oscar Masotta quien había formado en su gran mayoría a los ayudantes del profesor de la facultad ¿Qué entenderán por cultura por allí?

Si bien en otros casos no se ha tratado de la censura de manera explícita, se realizan comentarios sutiles, diciendo que quienes han hecho algún tipo de trabajo histórico, siempre tienen intereses fundados, que los ubicaría en el contexto de justificación, exceptuando, curiosamente, a quienes se encuentran en la universidad (es decir, allí están los que nos van a explicar correctamente, sin otros intereses que la verdad). Me refiero en este caso a un artículo de Hugo Klappenbach "Introducción a la historiografía del psicoanálisis en la Argentina" (revista Intercambios, Nº5, 1991). Luego de presentar la historia del psicoanálisis identificada con la historia de APA, presenta otra versión que es la confrontación con la tradición de APA, específicamente el libro de Germán García La entrada del psicoanálisis en la Argentina, afirmando que aunque sea una contrahistoria oficial, así como Fidias Cesio y sus continuadores en el caso de APA no podían ocultar su compromiso con la historia que narraban, tampoco lo podrá hacer Germán García, proponiendo entonces, tomar en cuenta a quienes no tienen ningún compromiso con lo que cuentan, es decir, que se dedican a realizar lo que verdaderamente interesa: sólo hacer historia. ¿No resulta simpático que alguien ligado al campo psi, luego de Freud y tantos otros, crea que hay gente que se dedica objetivamente a algo? Como ejemplo, menciona al congreso Metropolitano de Psicología en 1987, cuyo tema central fue "Construcción de la historia de la psicología", seguramente, construida y contada por psicólogos no vinculados con los hechos que contaban. Dejemos ese comentario para otra oportunidad. Luego presenta a Jorge Balán como alguien interesado en hacer sólo historia, apenas —subrayemos- interesado en la historia de las profesiones, que como se ve, no lo muestra vinculado con lo que cuenta ya que apenas es sociólogo. De todos modos, no podía faltar Hugo Vezzetti como otro de los no implicados en eso que cuenta. Y a ello habría que agregar el aporte de Antonio Gentile quien al igual que Kaplenbach, Vezzetti y Sarlo, pertenecen a la universidad, donde según el autor, están los verdaderos interesados en la historia.

A. Gentile, ha publicado un artículo en un número anterior de la revista, "El psicoanálisis en la trama de algunas historias rosarinas" (Intercambios, Nº 4, 1990) y destaca en el transcurso del mismo que alguien ha hablado de Jacques Lacan en una revista de Psicoterapia en Córdoba, él deduce que se trata de Pizarro Crespo y apoya su deducción en que Hugo Vezzetti, en 1989, le hace saber su impresión y él adhiere. Ese trabajo del profesor de la universidad de Rosario de todos modos, poniendo en duda las afirmaciones de Klapenbach, fue presentado en una jornada de la Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud de Rosario. Además, podemos asegurar a Gentile que la impresión aguda que tenía Vezzetti en 1989, la había encontrado leyendo el libro de Germán García en el año 1979, si reparamos en que era el columnista del diario La opinión que no tenía nada más para decir, y contrariamente a lo que piensa Klapenbach, al "historiador", muy comprometido con lo que estaba contando se le había olvidado: sólo le había quedado una vaga o aguda impresión. No desconocemos que Gentile, en los tiempos que corren, se ha enterado de ello, se puede deducir del artículo que presentara en un congreso y fuera publicado en el libro Psiquiatría, Psicología y Psicoanálisis (2000), donde señala que Germán García fue el primero en el campo de la investigación histórica en destacar el papel de Pizarro Crespo. Puede haberse enterado leyendo el libro de Vezzetti de 1996 donde ha variado, de impresiones de justificación de posiciones a explicación verdadera, ya que aunque más no sea en una breve nota a pie de página señala lo mismo que Gentile. Pero ahora lo curioso, no obstante, es que en la introducción Vezzetti dice que ha tenido el problema de estudiar "un vacío", la ausencia — presencia de Freud en Buenos Aires antes de la creación de la APA olvidando decir cuánto lo había "impresionado" lo que había hecho precisamente Germán García en el libro por él comentado. Una sugerencia: que en la próxima edición, además de los apoyos del Conicet, la facultad y los amigos que menciona, en una llamada a pie de página nuevamente pequeña, podría decir de donde saco la idea de las aventuras de Freud en nuestro país. Si hemos mencionado los artículos de la revista es para mostrar cómo en determinado momento, se dicen ciertas cosas que no son siempre tan objetivas. Y también, como una muestra de lo que señala George Steiner sobre el uso de la bibliografía secundaria por parte de la universidad. Asimismo, porque conocemos el estilo de "historiador no comprometido con lo que cuenta", tan poco comprometido que a veces olvida citar sus fuentes y, por tales motivos, ya en su momento Graciela Musachi llamaba la atención, además de informarle que Gomez Nerea era el poeta Alberto Hidalgo (cf. Vectores Nº7, 1990). Hay que leer en las aventuras, los rodeos del "historiador" para transformarse de cazado en cazador, afirmando que al tiempo que él se enterara de quien estaba tras ese seudónimo, ha leído el articulo mencionado por Graciela Musachi, pero que ella no cita sus fuentes.

El punto de vista de Beatriz Sarlo no difiere, como no podía ser de otro modo, del de H. Vezzetti. Puede verse en el libro mencionado de la Batalla de las ideas, que consiste en la recopilación de artículos que se refieren a la (supuesta) batalla librada en el campo intelectual entre los años 1943 y 1973. Son 468 páginas de las cuales se dedican las seis últimas a presentar la proclama de los grupos Plataforma y Documento publicada en la revista Los Libros Nº 25 en marzo de 1972. ¿De qué batalla y de qué ideas habla Sarlo? No deja de llamar la atención que en un libro de tantas páginas, no haya podido dedicar una más, para publicar lo que verdaderamente configuraba y configura una batalla de ideas, debate que no parece dispuesta siquiera a presentar, ni aludir. En el mismo Nº 25 de la revista citada se encuentra un comentario de Germán García a la presentación del libro donde se encuentran las proclamas. Dicho comentario, tuvo una respuesta de Gregorio Barenblitt y G. García respondió a la respuesta, con un texto más importante que el original (cf. Los libros Nº 27) Y si no fue incluido no fue por la calidad del artículo, ya que su amigo, quien había dicho que no tenía más que decir en 1979, el opinable columnista, que tenía impresiones agudas en 1989, había escrito en 1984 un elogio sobre ese artículo, aunque para criticar inmediatamente —no sin malicia- al libro de Germán García, diciendo que tenía como horizonte el espacio parisino combinado con la ilusión de eternidad del régimen. Crítica que formó parte de la segunda versión del libro Cuestionamos publicado en 1987. ¿Se entienden los olvidos de Vezzetti en 1989? La ausencia de Sarlo resalta pues, al escribir el estudio preliminar, se refiere a uno de los dos comentarios que se habían escrito en relación con el libro. Tan forzado resulta que lee una cita de Masotta de Lacan para presentar la temática del surrealismo y el pop, yo pienso ahí donde no soy y yo soy ahí donde no pienso como la introducción "por línea directa a una teoría althusseriano — marxista de la ideología".

Tal vez a partir de este libro habría que decir de Sarlo lo mismo que han afirmado los estudiantes de letras a partir del citado reportaje: se ha sacado la careta, y podría agregarse que lo suyo no son tanto las batallas sino meras costumbres argentinas. Se conocía algo de su afición por ellas, nos habíamos enterado al mirar su libro Escenas de la vida posmoderna y un comentario que al respecto dedicara Eduardo Rinesi donde llamaba la atención sobre ese estilo de tener sólo en cuenta a los amigos, más que las ideas: "Breve ensayo sobre la hibridización y la mezcla culturales. Seis microhistorias a medias ficticias aspiran a dejar una moraleja que el lector no necesariamente logra captar. ‘Son mis amigos’ — dirá al final la autora" Para finalizar su comentario diciendo que "Si las consideraciones de Sarlo sobre la cultura juvenil, las transformaciones urbanas y los medios masivos de comunicación no constituyen una crítica de ‘señora gorda’ es pues, sencillamente porque no constituyen una crítica".(cf. El ojo Mocho Nº6, 1995) Parafraseando, podríamos afirmar que si la batalla de las ideas que presenta Sarlo no es otra cosa que una costumbre argentina es porque no es una batalla.

El valor del comentario de Germán García surge al ubicar el tiempo en que fue realizado. Cuando se pasaba de la hegemonía de la institución oficial del psicoanálisis, APA, a cierta hegemonía en el discurso, donde hasta los que gobernaban se decían progresistas. Y Gregorio Barenblitt mismo, no dejó de reconocer a pesar de sostener sus diferencias, lo acertado de ciertas criticas al humanismo. Carlos Kaplan, quien formó parte del grupo Documento, ha brindado un testimonio sobre esa experiencia, afirmando que el equívoco había llegado al extremo de hacer paro el psicoanalista en el consultorio, cuando no tenía ninguna consecuencia social, como sí ocurría cuando se hacía en el hospital. Pero la hegemonía no se perdía sólo porque algunos se iban de la "reaccionaria" APA, ya circulaba por otros aires otra enseñanza del psicoanálisis, donde se pretendía que no se confundieran el deseo con los ideales y a señalar esa diferencia apuntaba el argumento del comentario al libro que hiciera Germán García: "No se trata de ubicar al psicoanálisis contra la revolución, sino de no ahogar en la declamación política el análisis del deseo, a partir de la escisión que funda al sujeto como carente sin que se precipite en las certezas imaginarias que el yo le propone para negar las huellas, siempre presentes, de la escisión que lo constituye como humano.

Pero ¿cómo podrían aceptar esto los que pasaron muchos años de su vida —satisfechos por el seno tibio de una institución kleiniana- cantando loas a la reparación, la obliteración al goce, el fortalecimiento del yo y la adaptación reproductiva"

Se trataba, como se ve, de la batalla del idealismo contra el deseo, por ello seguramente el título del comentario donde se cuestionaban las aventuras del bien social ubicando al psicoanálisis en un campo distinto de la pedagogía, y hablaba también de lo que recordaba J. Lacan sobre la protesta idealista contra el caos del mundo en tanto "delata en forma invertida la manera en que los que protestan se las arreglan para vivir en ese mismo caos". Después —y antes- de diciembre del 2001 en Argentina, ¿no podríamos adosarle a algunos esta frase.

 

 
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