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¿Cuál es el ABC del psicoanálisis?

Reseña de Alicia Alonso

Las clases de este Curso tienen la virtud indicativa de mostrar una serie de aspectos de la práctica del psicoanálisis y su dinámica histórica. En un estilo coloquial, Germán García explica los temas sin descuidar la función táctica de los textos: en qué momentos se escriben, frente a quién, para favorecer qué.

Las referencias ubican los conceptos en un horizonte de lecturas y anticipan el curso que dictará a lo largo del 2008 en el Centro Descartes: “El acto psicoanalítico”.

 

El sueño, vector de la palabra

La introducción sitúa una cuestión de interés. Un libro de Henri Atlan, Con razón y sin ella (Tusquets, Barcelona, 1991) dedica un largo estudio comparativo a Freud y Jung, así como a la crítica de la ciencia y del mito. Luego de subrayar que son tan míticas las afirmaciones de uno como las de otro, Atlan aclara que si Freud continuó vigente más allá de su época fue justamente por lo que no tenía de científico (si no se hubiera hundido junto con la ciencia en la que se apoyaba, ciencia que ya no existe más).

La diferencia con Jung –explica Germán García– consiste en que Freud creó un método, algo más cercano a una pragmática. En este sentido, tenía una idea muy parecida a la de Peirce: no se puede introducir ni sacar una palabra de un juego lingüístico sin justificar su necesidad. Poco tiempo después de publicar La interpretación de los sueños comienza a dirigir a sus discípulos una serie de artículos con la función de matizar lo que Aristóteles denomina “causa accidental”. Su preocupación no era la técnica de la interpretación de los sueños, sino el uso de la teoría en el tratamiento psicoanalítico del arte interpretativo.

El sueño es una táctica para conducir las cosas a otro lugar. El que piensa –como observa Wittgenstein– es como una mosca dentro de una botella, da vueltas y vueltas y no sale nunca de ahí. Tiende a hablar de lo que ya sabe, pero lo que sabe es parte de su síntoma.

La referencia a un texto de Jacques Lacan, difundido en el curso 2006 / 2007, “El placer y la regla fundamental”, anticipa una observación: al enunciar su regla (basada en la segunda tópica), Freud introduce el sujeto dividido. “Diga lo que se le ocurra aunque le parezca obsceno” (superyó), “aunque le parezca tonto” (al yo no le gusta decir tonterías), “aunque le parezca vergonzoso” (ello; las fantasías que cada uno se guarda).

La clase continúa con el comentario de “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis” (1911). Su lectura extrae una serie de conclusiones y una orientación general en torno a lo que el sueño muestra. Cuando alguien cuenta un sueño –explica Germán García– se ubica como testigo de algo que recibió. Este es su valor de descentramiento. Freud elogia a Aristóteles y dice que fue el primero en afirmar que los sueños no venían de los dioses. Para el psicoanálisis las revelaciones vienen del cuerpo que produce discursos cifrados.

La tensión entre la razón griega y la revelación bíblica de la que habla Leo Strauss, al referirse a la constitución de la cultura europea, contextualiza el tema. La revelación inmanente que produce un sueño, de donde alguien deduce fantasías y deseos, alude a la posibilidad (descripta por Wittgenstein) de fenómenos que tan sólo indican el significado “sin significar nada en particular”.

Un sueño puede mostrar pero no decir, puede ser contemplado pero no interpretado. Por la asociación libre –escribe Freud– el soñante interpreta su propio sueño y muestra a través de sus palabras, el vector que indica el horizonte de eso que soñó. Se trata de un relato en el que alguien cuenta algo que irrumpió mientras dormía. La libre asociación dirige la actividad, no es una forma de comunicar lo que está en la mente para que sea explicado o traducido en forma automática por el analista. No hay metalenguaje: el relato constituye en sí mismo una revelación que pone en juego distintos aspectos. Freud observa que un detalle oblicuo, fuera de lugar, abre la vía asociativa.

La clase continúa con el desarrollo de los siguientes temas: la realidad / la superficie psíquica del enfermo (las conexiones internas y externas); el modo de decir una composición de lenguaje.

Los sueños cuentan una y otra vez distintas versiones, del mismo fenómeno. Cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornará en otro.

Freud describe tres tipos de sueños. Germán García los ordena colocando los biográficos en lo simbólico (junto con los recuerdos, deseos y fantasías que organizan la trama de la novela familiar del neurótico); los confirmatorios, en lo imaginario del juego transferencial (donde proliferan todo tipo de seducciones); y los anticipatorios, en el núcleo más oscuro de la cura, lo real. “Es de estos últimos –subraya–, de los que puede obtenerse una referencia a algo que hasta entonces permanecía escondido. Los sueños anticipatorios indican el vector de un análisis.”

 

A (R) real anticipatorios

B (S) simbólico biográficos

C (I) imaginario confirmatorios

 

“Real. Simbólico. Imaginario. Ese es el abc que Lacan propone para leer a Freud. Su interés por despejar y sustituir los términos de la psiquiatría mediante esos términos, cuestiona la idea de una discontinuidad entre neurosis, perversión y psicosis, anticipando el pasaje a una clínica de la continuidad topológica. La perspectiva borromea, la indistinción semántica de los tres registros, introduce una equivalencia. No hay propiedad de lo imaginario, lo simbólico o lo real –subraya Germán García citando a Jean Claude Milner–, la topología no es estructuralista (Los nombres indistintos, Manantial, Buenos Aires, 1999).

El corte metodológico que hace Saussure fue leído como un hecho ontológico. Saussure deja fuera el habla, la diacronía (la lingüística histórica) y analiza la lengua como un sistema de oposiciones (crea la lingüística estructural), pero ninguna lengua funciona así. Las clasificaciones son un problema epistemológico, no son un fenómeno empírico. No se puede desconocer que el estructuralismo es una respuesta a la fenomenología. Las sociedades crean símbolos para ordenarse.

El abc del psicoanálisis es aprender que hay tres lugares, tres metáforas que sólo pueden distinguirse poniéndoles un nombre, creando una semántica. Real, imaginario, simbólico no tienen jerarquía. Son nombres indistintos que Lacan va a convertir en una especie de nudo que le permite operar con el goce (del cuerpo y el fálico), las particularidades del lenguaje, lalengua y lo viviente.”

La clase introduce una indicación sobre lo que el contexto hace aparecer, anticipando el lugar de la causa accidental y su función en la transferencia. No hay un algoritmo de la sesión analítica, su construcción no es un procedimiento automático. “Es posible que un analizante cuente lo que le sucedió, pero nunca hay que olvidar que lo que no le sucedió antes es estar ahí. Ese hecho nuevo, estar contándole a alguien que no se conoce una historia, en el medio de la ciudad, es lo que hay que saber rescatar resignando lo que Freud llama las representaciones meta inconscientes, privilegiando lo contingente. “El analista tiene que vencerse a sí mismo, callar su saber, para no poner en entredicho la jefatura del inconsciente en el establecimiento de la trama”, dice Freud. Saber ignorar lo que se sabe, como observa Lacan, es la diferencia entre sileo y taceo. Callarse es un acto deliberado.”

 

La clínica y la diversidad de los aspectos

 

Un hallazgo: la noción de aspecto (definido como la manera en que algo aparece para alguien). Introducido en 1846 por Georg Curtius (en su Gramática griega clásica y en Principios de etimología griega, en 1879), como “modo de tiempo”, el aspecto ha conocido distintas definiciones. Para Lázaro Carreter (en su diccionario de términos filológicos), se trata de una de las nociones más difíciles y debatidas de la lingüística actual; Genaro Mac Lennan disuelve la noción de aspecto en la argumentación de su crítica a la lingüística saussureana. En todos los casos, se trata de una noción que pone de manifiesto el punto de vista desde el cual el hablante considera la acción como realizada (acabamiento / contemplador), o no realizada (duración / repetición).

Curtius promueve el aspecto para dar cuenta de acciones que divide en durativas, incipientes (acá ubica el infinitivo de aoristo del que habla Lacan) y realizadas. De esta manera, designa un arco temporal (infinitivo, gerundio y participio) con los matices que evocan las diversas formas verbales. Una investigación realizada por Germán García junto a Adriana Testa, con el asesoramiento de Luis Varela, ubica a partir del tiempo lógico, una operación entre la gramática y la geometría en el siglo XIX. El punto (lo incipiente, el instante de mirar), la línea (lo durativo, el tiempo de comprender), la superficie (lo realizado, la conclusión).

En la perspectiva de estas clases, al oponer el ser a lo real (lo que no tiene apariencia), el ser (un modo de aparecer) y el aspecto se anudan. Interpretar, como sugiere Wittgenstein en su crítica a la interpretación como hermenéutica, no es revelar un sentido segundo a alguien sino mostrar aspectos de lo que dice pero no puede percibir desde la posición en que se ubica.” Una observación: la noción de aspecto que parecía una categoría clave de la lingüística, terminó siendo un residuo, un espejismo del lingüista, casi un semblante.

“En uno de sus cursos (De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, 2002) Jacques-Alain Miller define el semblante en términos de categoría: una cualidad atribuible a un objeto, una clase donde es posible colocar objetos de igual naturaleza. Un principio de clasificación.

Lacan inventa una palabra –aclara García–, de donde he tomado la noción de aspecto: parêtre, esta condensación –como explica Miller–, inscribe el ser del lado del semblante y no del lado de lo real. El ser no se opone al parecer sino que se confunde con él.”

Lacan concluye diciendo que todo lo que es discurso no puede sino mostrarse como semblante, como un efecto de articulación. Establece así una equivalencia entre lo simbólico y lo imaginario, y los coloca en oposición a lo real.” El discurso organiza la realidad y al hacerlo, necesariamente sustrae lo real. La manera en que las cosas aparecen no dice nada de su estructura.

 

extensión / intensión

 

La clínica y la diversidad de los aspectos sitúa la tensión de un campo y su dinámica histórica. Lacan usa la palabra extensión en sentido lógico: enumerar los elementos de un conjunto. Por el contrario, definir en intensión, como observa Jacques-Alain Miller cuando habla de clasificación, es postular una propiedad de la materia.

En este sentido, decir “la terapéutica” equivale a decir psicoanálisis en extensión. Enumerar todo lo que compone el psicoanálisis, fundamentalmente el uso que hace cada grupo de ese término: cómo opera una enseñanza y una práctica en un contexto, cuáles son las terapéuticas actuales. La referencia introduce los términos del programa de investigación que desde el año 2000 impulsa el Módulo “Representar e intervenir: puntualizaciones sobre las ciencias cognitivas”.

Como observa Ian Hacking, la manera en que alguien interviene está ligada a la manera en que se representa las cosas. En términos de su organización institucional, la diferencia entre psicoanálisis aplicado y puro, produce el psicoanálisis de una Escuela y el psicoanálisis del Intituto del Campo Freudiano, a través de los Centros Psicoanalíticos de Consulta y Tratamiento. Centros que ponen en práctica el dispositivo que implementó Freud en distintos lugares, por ejemplo, en el Instituto de Berlín.

El psicoanálisis aplicado –explica Germán García, citando a Eric Laurent– no es una realidad dada de antemano, Lacan lo define en relación a la terapéutica y por lo tanto, de la misma manera que el psicoanálisis puro, se constituye junto con los modos de autorización de una cultura y los agentes en quienes se delega dicha terapéutica. Tiene que ser evaluado y reinventado cada vez (¿Cómo se enseña la clínica?, Cuadernos del ICBA, Nº13, Buenos Aires, 2007).

Mantenerse en una zona de articulación, en un lugar éxtimo; responder al lado de la oferta cognitiva o de cualquier otra oferta, decir al mismo tiempo sí y no al mundo de la técnica, sin refugiarse en la epistemología, forma parte de la estrategia para inventar el psicoanálisis aplicado.

 

Hechizo, fascinación, ilusión

 

“La culpa neurótica, explica Freud, es una culpa prestada, depende de una identificación. El sujeto es víctima de una ilusión, de un hechizo: está capturado en algo.” La clase retoma las tesis de Leo Strauss en Persecución y arte de escribir (Instituto Alfons el Magnamin, Novatores, Valencia, 1996), un texto de gran interés para entender a qué se refiere Jacques Lacan cuando habla de descifrar.

Un concepto “el secreto del secreto de la ley” servirá para exponer el revés de la trama entre una religión de la ley y una religión de la verdad, y la relación de ambas con el vacío. Temas que introducen la noción de ilusión, el hechizo del lenguaje, la fascinación de la mirada y la lectura del apartado “De la mirada al objeto a” en el Seminario 11.

Germán García comenta un pequeño libro, Wittgenstein y el psicoanálisis (Gedisa, Barcelona, 2005), donde su autor, John Heaton, explica que tanto Freud como Wittgenstein estaban interesados en la ilusión y en el daño que esta ocasiona. Wittgenstein trabajó dentro de la tradición filosófica de la terapia, en la que se inscriben Sócrates, y otros filósofos griegos tales como los epicúreos, los escépticos y los estoicos, y filósofos más modernos, como Spinoza, Hegel, Marx.

“Wittgenstein advirtió que la ilusión está en el lenguaje que nos embruja haciéndonos creer cosas, así como en el poder engañador de la palabra, que no es signo sino nudo de significaciones.” A contramano del positivismo lógico, en su intento de curarnos del hechizo del lenguaje, “Freud descubrió que esa ilusión produce dos efectos que se contraponen: diversión y angustia”. Atento a los planteos de Feuerbach, en 1927, escribe “El porvenir de una ilusión”.

El lenguaje –continúa Germán García– puede engañarnos en el acto mismo por el cual nos escoge como aquellos a quienes nos es dada la verdad. Dos afirmaciones, en relación a las tesis de Jacques Lacan, se articulan a partir de esta observación. La primera: la mentira está atravesada de lado a lado por la verdad del sujeto; la segunda: la debilidad mental es dejarse atrapar en las significaciones.

“Para Wittgenstein, el intento por encontrar respuestas, soluciones y curas a estos males afecta el tipo de atención que nos dispensamos. Y eso es en sí mismo una fuente de ilusión. El engreimiento, la estupidez, la codicia y la ambición no son desórdenes psiquiátricos sino ilusiones que dominan un mundo comprometido con ciertos fines. Imaginar un lenguaje nuevo es imaginar otra forma de vida. Por eso para el filósofo la ética es lo que uno hace. Este es el punto de articulación con la noción de acto como la formula Lacan.”

La lectura conduce al Seminario 11. En esas clases (1964 / 65) Lacan agrega a lo que define como dos invariantes (pulsión y repetición), y dos variantes (inconsciente y transferencia), un quinto concepto que atraviesa y reestructura el seminario. El objeto a aparece bajo el signo de la nada (luego de una reflexión sobre la mirada y un poema de Aragón). La pulsión es presentada a partir de una relación simbólica, el amor, que introduce el objeto y con éste, la noción de falta.

El vaso que envuelve el vacío, como describe Heidegger. La forma que captura la nada anticipa el tema del amor y la belleza a través del comentario de una novela de Saul Bellow, Son más los que mueren de desamor.

“El objeto a –subraya Germán García– no es ninguna sustancia. Como el secreto del secreto de la ley, al que se refiere Leo Strauss, ese objeto es nada. Y el objeto que por excelencia es nada es el falo materno.” Una reconsideración del estadio del espejo, en relación al falo, promueve otro sentido de la fascinación, la ilusión y el fetiche, este último tomado como modelo en el lugar de la imagen del cuerpo.

El desarrollo de la clase recorre, a partir de “La construcción de la imagen” ( Jacques-Alain Miller en Psicoanálisis con niños, S. Saldman comp., Grama, Buenos Aires, 2004), la unidad de una lógica: la clínica de lo imaginario encuentra su límite ahí donde no puede separar neurosis, psicosis y perversión. Miller ubica primero, una clínica de la identificación con la imagen de sí (una clínica del yo). Y luego, una clínica prescripta en “El Informe de Roma” (correlativo en la teoría de lo imaginario con “El estadio del espejo”), la clínica de la identificación con el padre, por la articulación que comporta de lo imaginario y lo simbólico. En ambos casos, los desacuerdos que introduce el goce imaginario son regulados por los acuerdos que propone lo simbólico, esta clínica dura hasta el Seminario 4.

Del estadio del espejo a lo imaginario, la referencia a Kandinsky, y lo espiritual en el arte, la cenestesia y el cruce de los sentidos, conducen a una noción específica, irreductible. La Spaltung es generalizada por Freud como un mecanismo en la escisión del yo en el proceso de defensa. No se trata de la fe ni de la certeza, como escribe Octave Mannoni, sino de la estructura de la creencia como tal. La Spaltung se ubica entre percepción y representación. La referencia es un trabajo de Michel de Certeau publicado en Descartes 10, “Creer: una práctica de la diferencia” (Anáfora, Buenos Aires, 1992).

Percibe algo y lo rechaza. Un supuesto organiza la observación freudiana: se trata de un varón que generaliza gustoso su propia imagen, su cuerpo, de manera tal que ve a la mujer no como un ser diferente sino como un ser carente.

La clase concluye con una observación que retoma el debate Freud / Lacan. Esa discordancia entre el sujeto y la asunción de una imagen que se anticipa (la identificación) se transformará por la vertiente del amor y los ideales. Una idea aristotélica, el alma (no la psique), que Freud llamará narcisismo, es la forma del cuerpo. Freud usa la palabra Kränkung (agravio, ultraje, pero también herida moral o física), y define las neurosis como las heridas por las injurias recibidas. El aparato psíquico, de acuerdo a la descripción freudiana, e s la tensión entre la forma aristotélica del cuerpo y las zonas erógenas: esos puntos donde se sitúa la erótica de las representaciones.

 

 

Sin entrada no hay salida

 

El modelo jurídico de la deliberación; el decisionismo y los términos de la ética de Max Weber (hablar en nombre de los principios o de las consecuencias), anticipan el recorrido del curso anual “El acto psicoanalítico”.

“Un término profundamente ligado a la ética, en tanto la ética es lo que uno hace.” El comentario sitúa un nudo entre la noción de acto y la noción de interpretación, y coloca el acto entre analizante y analista, en un punto donde es imposible seguir una causalidad. “Al revés de lo que se cree, Lacan empezó tratando de formalizar la salida de un análisis, a través del sistema del pase y el testimonio, buscaba construir el consenso de una comunidad de trabajo. Buscaba construir, en el sentido de Peirce, un conjunto pragmático para eliminar el hechizo que producen las identificaciones.”

 

ideales / identificaciones

 

analizante ----- acto ----- analista

(sujeto supuesto saber)

 

La razón y la causa . Con respecto a este tema, Wittgenstein veía en los seguidores de Freud, un embrollo abominable. Las causas, que pueden ser infinitas, no capturan la noción de decisión ni de elección, como sí lo hacen las razones (en tanto no se establecen del mismo modo).

La descripción que el propio agente realice de sus acciones es parte de la gramática de la razón. Motivaciones, deseos e intenciones que el subjuntivo, modo de la apreciación, de la interpretación subjetiva de los hechos, de la duda, despliega brindando una información clave al poner el acento no tanto en qué cosas del mundo alguien indica, sino en cómo las califica. Cómo teme, cómo espera y desea. Ahí empieza a aparecer la relación entre la secuencia de las razones y la posición del que está hablando.

Las razones son justificaciones de la acción, por eso se anudan con la noción de aspecto. Asimismo, si tenemos en cuenta lo que plantea el pragmatismo con respecto al contexto y la verdad como consenso, una razón es buena si se corresponde con ciertos parámetros de la cultura.

El comentario toma como referencia Figuras del destino: Aristóteles, Freud y Lacan o el encuentro con lo real (Danielle Eleb, Manantial, Buenos Aires, 2007), para introducir las dos formas de la fortuna: Automaton y tyché (tiquismo) y una pregunta: ¿dónde se sitúan la fortuna y el azar entre las causas?

La causa accidental (quinta causa de Aristóteles) es lo que Lacan agrega a Freud con la noción de objeto a. El encuentro es un elemento determinante y aleatorio de la causalidad del sujeto.” Es un oximoron: en este sentido, no se puede hablar de objeto causa, es una contradicción.

 

causa accidental ----- objeto a

 

La interpretación lacaniana de Aristóteles comienza con la entrada en un análisis. El esquema de la transferencia descompone el signo de Saussure: alguien va a analizarse con un significante que remite a un significante cualquiera, eso genera una significación y en un punto esa significación choca consigo misma, provocando algo del orden de un enigma, poniendo en juego una pregunta.

“La manera en que alguien se presenta y describe a través de una historia causal lo que le sucede, remite necesariamente a un significante cualquiera, particular en el sentido de Aristóteles. El significante de la transferencia es el nombre que alguien da como justificación de eso que le sucede.”

La implicación supone la particularidad y no la causalidad. “Para que el psicoanálisis comience tienen que ponerse en juego los significantes que plantean un saber que ponga en duda las razones del sujeto. A esto Lacan le llama confrontar al sujeto con su propio decir.”

El uso lacaniano de la particularidad introduce los problemas que afectan al ser y al saber. El saber entraña la dicotomía de lo universal y lo particular; y el ser, la del acto y la potencia. En el nivel lógico el sujeto es supuesto (no hay saber sin sujeto).

“Un saber que no es del analista ni del analizante, que Lacan ubica como constituyente ternario entre ambos, circula como suposición recíproca y se crea en la circulación, por eso la transferencia está en juego. Como dice Donald Davidson, hablar a otro es practicar un principio de caridad. Es darlo por racional.”

Parlêtre (remite a la dimensión simbólica del ser); y parêtre (al orden de lo imaginario, la imagen). El ser es semblant (efecto de articulación). Como plantea Pierre Aubenque –continúa Germán García–, lo que no es por sí puede ser por accidente, lo que no es en acto puede ser en potencia. Lo accidental no es en Aristóteles un no ser en el sentido de una negación. La categoría del acto y la potencia del ser por sí y del ser por accidente constituyen una solución a la aporía platónica.

 

 

parecer ser

parêtre

(I)

par(l)être

 

 

 

 

lenguaje

parlêtre

(S)

 

Aristóteles integra en la tyché la causa y la elección. Lo que sucede como si fuera al azar, con exclusión del sujeto, se repite de tal manera que podemos decir que es una elección situada en el campo del inconsciente.

“Lo que está en juego en un análisis, si no hay un abuso bajo la forma metalingüística, es que las razones que da el que viene son efectivamente esas, no hay otras. No hay nada que corregir –explica Germán García–, porque no hay nadie que ignore nada. Ahí es donde el contexto analítico y la transferencia, determinan el valor de lo que se dice.

Lacan cita a un personaje de Moliere, Alcestes, para ilustrar la figura del alma bella en Hegel. Esa es la posición con la que alguien va a quejarse de los demás y del mundo, a un analista. Poderosas identificaciones sostienen esa posición, y le impiden reconocer que puede modificar la situación de la que se queja.

Pero si todo lo reprimido pasó por el yo –como dice Freud–, entonces cada uno sabe más de lo que soporta, por eso excluye algo de sí. El problema es qué posición tiene que tener un analista para conducir la experiencia a una invención, para que esa persona que excluyó algo de sí porque le resulta temible o doloroso, salga del impasse y haga retornar de alguna manera eso que ha excluido. Wo Es war soll Ich werden. ”

NOTA:

El curso de Germán García aquí reseñado consta de cuatro clases tituladas: 1) El sueño, vector de la palabra, 2) La clínica y la diversidad de los aspectos, 3) Hechizo, fascinación, ilusión y 4) Sin entrada no hay salida. La reseña de las mismas fueron publicadas en Etcétera Nº 87 y Nº 88 de los meses de abril y mayo respectivamente.

* Integrante de la comisión de Enseñanzas de la clínica del Centro Descartes, de la comisión de organización y supervisión de Atención Analítica e integrante de la Fundación Puertas Abiertas.

 

 
Billinghurst 901 (1174) Ciudad de Buenos Aires. Tel.: 4861-6152 / Fax: 48637574 / descartes@descartes.org.ar