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Lo que Lacan le dijo a los psiquiatras

por Elena Levy Yeyati

He traído al Dr. Lacan de una forma para nada esotérica: voy a leerlo.
“Si acepté… fue porque tenía motivos para presumir que había razones para que se me pidiera que participase en lo que se llama en la jerga actual un coloquio.
No está nada mal ese término. Me gusta bastante. Hablamos juntos, quiero decir en el mismo sitio, lo que no significa, sin embargo, que se piense. Cada quien habla, y como es en el mismo sitio, se coloquia. Coloquio es un término sin pretensión, a diferencia del término diálogo” (1)
¿Quién habla cuando Lacan da sus charlas a los psiquiatras? Un maestro de sabiduría, dice Miller. Pero de una sabiduría sin resignación, una antisabiduría, sarcástica, sardónica. La lustrosa portada de Mi Enseñanza – que es un conjunto de conferencias dictadas en hospitales psiquiátricos -, publicadas en español en 2007, parece perpetuar el coloquio de siempre. Las fechas, ausentes en el comienzo o al final de cada conferencia, mienten – como diría Borges- su cercanía de tiempo. Un examen más fino las encuentra, diminutas, al final del libro para celebrar un borroso aniversario: más de 40 años de estos parlamentos.
La publicación de sus Escritos en 1966 fue capital para Lacan. A pesar de que es consciente de su dificultad y su oscuridad recomienda su lectura a psicoanalistas y a no psicoanalistas- lo que incluye a los psiquiatras. No se siente capaz, ni quiere hacer un trabajo de divulgación de su pensamiento. Por eso resulta interesante conocer de qué habló en esos lugares.
Lacan es como un cazador: mira largamente las cosas y de golpe les tira un manotón. ¿Da en el blanco? ¿Cómo medir su puntería? Para contestar habría primero que entender que no apunta a los psiquiatras directamente, sino que dice sus fórmulas a las paredes del hospicio.
Los psiquiatras le responden burlonamente:
-¡Sí, somos las paredes que hablan!
Lacan, modestamente contento por haber roto un silencio tan hostil, contesta que es hablando a las paredes como se interesan algunas personas.
A partir de la publicación de sus Escritos, dos ideas rigen las comunicaciones de Lacan a los psiquiatras. Una tiene relación con el álgebra que elucida en su enseñanza, donde – en el período elegido (1967-1972)- destaca la función del objeto a; la otra con la noción de discurso, que en parte comparte expresamente con Foucault.
Las “Charlas en Ste. Anne” confirman lo que digo. Cito (2): “Lo que puedo decir es que, es por un cierto sesgo, que es el de una lógica, como pude en un recorrido que, a partir de mi enferma Aimée culminó en mi anteúltimo año de seminario al enunciar, bajo el título de cuatro discursos, hacia el que converge el tamizado de una cierta actualidad, pude por esta vía, hacer qué? Dar al menos la razón de las paredes”.
A diferencia de tantos críticos de la psiquiatría, él la conoció personalmente y la ejerció con entusiasmo. Su ambición se reconoce desde el comienzo y se mantuvo hasta las últimas presentaciones de enfermos.
Si bien podemos reconocer cierto momento de la historia de la psiquiatría en sus disertaciones– los estudios de Foucault, la entonces incipiente utilización de los psicofármacos, la apertura de los asilos, el órgano-dinamismo, y la antipsiquiatría – sus discursos fueron menos de una época que de un autor psicoanalítico.
Sobre la formación del psiquiatra
Una lectura rápida del programa de cerca de 600 páginas del congreso de la Asociación Mundial de Psiquiatría realizado en Buenos Aires en 2011, plantea la cuestión de si es posible hablar de un psiquiatra que dominara ese universo de discursos a la vez divergentes, diferentes, y emergentes. La cuestión no es ajena a la relación de la psiquiatría con el psicoanálisis - que a lo largo del siglo XX pasó de ser centralmente europea a básicamente norteamericana.
Una observación resume el apogeo y la caída de lo que se puede calificar de tensa relación: en los años ’60 no era posible acceder a la jefatura de un departamento de psiquiatría en EEUU a no ser que fueras psicoanalista. Veinte años más tarde, no era posible llegar a ello si uno era un psicoanalista.
Lo que conocemos como “Pequeño discurso a los psiquiatras” (1967) fue una conferencia anunciada como “El psicoanálisis y la formación del psiquiatra”.
“La formación del psiquiatra no parece ser algo muy simple ni que vaya de suyo…hasta cierto punto la prueba es este enorme programa en el cual se me inscribe… En fin... es cierta concepción de la formación lo que se expande cada vez más: se forma, se forma. Se forma con ayuda de comunicaciones, conferencias, amontonamiento de temas; respecto de lo cual, por otra parte, se podría de vez en cuando preguntarse cuál puede ser el resultado, porque no se puede decir tampoco que lo que ustedes vayan a oír aquí, sobre lo que los concierne como psiquiatras…, no van a oír temas que sean todos convergentes, e incluso ni siquiera compatibles. Entonces, ¿qué van a hacer? ¿Una síntesis? Se puede llamar a eso de otro modo... ¡por qué no también fárrago!”
Se podría decir que Lacan trata al psiquiatra que se quiere formar en ciencias médicas, humanidades, u órgano-dinamismo como Flaubert a Bouvard y Pécuchet: en la formación que reciben estos imbéciles, se les hace leer una biblioteca para que no la entiendan.
Foucault: historia de la locura y segregación
En su ensayo Foucault, Deleuze (3) analiza lo que aquél elucida. Lo que evoluciona de una época a otra -Renacimiento, época clásica, y moderna- no es la captación reflexiva de la esencia de la locura que, con la psicología científica habría experimentado un progreso decisivo como si la locura se hubiese revelado para el espíritu positivo del psiquiatra, sino la posición de lo que Foucault llama los modos de protección o de separación de lo que es otro, de lo otro. Entonces, el positivismo médico moderno ya no constituye el despertar de la locura a su verdad por fin explicada, sino la puesta en acción del privilegio sistemático de una estructura de protección, a saber la objetivación que pretende hoy poseer el sentido último de la locura.
Foucault procede a buscar en el archivo una geografía del loco (¿dónde se lo coloca sobre el tablero social?) en la que están implicadas una prácticas sociales. La experiencia se inscribe entonces en una geometría dada, que estructura el espacio de expresión de esas figuras. ¿Qué significa la segregación allí? “Encerrar el afuera, es decir, constituirlo en la interioridad de espera o de excepción”, como dice Blanchot. En el pensamiento francés contemporáneo de Lacan, la topología está a la orden del día en el análisis del discurso.
Tomo la siguiente frase de su “Pequeño discurso” (4) como prueba de lo que digo:
“La posición psiquiátrica es perfectamente definible históricamente. Hay un señor que se llama Michel Foucault que escribió La historia de la locura; él explica, valoriza, demuestra magníficamente la mutación esencial que resulta del momento en que estos locos —con los cuales…se había actuado hasta ahí…como se había podido... en función de toda clase de registros y principalmente los registros de lo sagrado—, todos estos locos han sido
tratados de la manera que se llama humanitaria, a saber: encerrados. Esta operación... no está en absoluto desprovista de interés... desde el punto de vista de la historia…Sólo se comienza a tener la idea de síntoma a partir del momento en que el loco es aislado... El hecho de que ahora tendamos a aislarlos cada vez menos quiere decir que ponemos otras barreras ahí, otras murallas…que forman la pendiente psiquiátrica. Ellos son mucho más tomados como objetos de estudio que como punto de interrogación en el nivel de lo que… sitúa al sujeto con relación a ese algo que calificamos de objeto extraño, parasitario, que es esencialmente la voz.
…además de eso lo que hace barrera es a saber, que el psiquiatra está integrado como tal en cierta relación jerárquica, lo quiera o no está en posición de autoridad, de dignidad, de defensa de cierta posición que, primero y ante todo, es la suya: se trata precisamente de que sea por otra cosa distinta que por la angustia [de perder todo eso], que responda a esta existencia del loco.
Es precisamente en tanto que ustedes son psiquiatras que podrían tener algo que decir sobre los efectos de la segregación, sobre el verdadero sentido que eso tiene…Lo que ustedes representan, si puedo decir en la historia y como las cosas van rápido, lo que se verá muy rápido, no sé, quizás en una corta treintena o cincuentena de años, para comprender aquello de lo que se tratará en los sacudones que van a producirse, y en los niveles sobre los cuales ustedes pueden tener en cuenta que serán planetarios, constituyendo una nueva repartición [separación] y que se llamará: efecto de segregación.
En ese momento el historiador dirá:… los queridos psiquiatras nos dan un modelito de lo que se habría podido hacer en ese momento como cogitación que habría podido servirnos, pero en verdad no nos lo dieron, porque en ese momento dormían, ¿Por qué dormían? …porque jamás vieron muy claramente de qué se trataba en su relación con la locura a partir de cierto periodo. Simplemente no lo vieron porque el psicoanálisis estaba ahí y el psicoanálisis es demasiado difícil. ¿Demasiado difícil por qué? Porque del psicoanálisis hicieron después de todo, algo que podemos llamar más bien un medio de acceso social”.
La angustia frente al loco es la buena manera de entrada en análisis que tiene el psiquiatra
“Debo decirles que la formación [...] estos discursos bien construidos, no creo que es dejándolos hacer en ustedes así, una especie de turn (giro)...todos esos discursos, uno después del otro, no creo que eso sea de ninguna manera lo que pueda tener un papel de formación”.
A partir de su experiencia Lacan creyó que el fin del análisis de un psiquiatra debería ser el surgimiento del deseo del psicoanalista. Si luego del didáctico el psiquiatra permanece en su posición intocada es porque el psicoanálisis sólo operó como ideal de prestigio y progreso social, que no modificó en nada la posición psiquiátrica originaria. ¿A quién se dirige su crítica? ¿Al psiquiatra o a los psicoanalistas?
Y continúa: “Debo decir que en el transcurso de una existencia ya larga, he visto presentarse ante mí no pocos candidatos para la posición de psicoanalistas: “¿Finalmente, que es lo que los trae para esta vía?”...Claro, es una pregunta para la cual las respuestas abundan...pero en realidad NO HAY NI UNO que no me haya dicho también: “¡Vengo para comprender mejor a mis pacientes!” Puedo decir que TODOS arrancan sobre este error de principio.
[Voy a designar las cuestiones válidas] con un término que no es mío, que tomo de un joven interno que vino ante mí para intentar decirme lo que experimentaba, en lo que constituye la experiencia que es la de la posición del médico que aborda el campo del loco …[su testimonio] que era bastante excepcional, quedaba bastante vivo, bastante fresco en lo que hay, digamos la palabra, de angustia en este encuentro.
Bueno entonces, para explicarles las cosas simplemente, hay hombres libres y
como lo dije desde siempre, porque lo escribí en el Congreso de Bonneval, los hombres libres, los verdaderos, son precisamente los locos. No hay demanda de objeto a porque él lo tiene. Por ejemplo es lo que llama sus voces. Y POR LO CUAL USTEDES ESTAN ANGUSTIADOS EN SU PRESENCIA Y CON TODA RAZON, PORQUE EL LOCO ES EL HOMBRE LIBRE”.
Lacan, que de tantas cosas habrá dudado, parece no haber dudado nunca de la función que el objeto a tuvo en su discurso. Creyó que el loco es el hombre libre de los lazos con otros que dicho objeto causa. La idea, propongo, le sugirió curiosos experimentos conceptuales. Si el loco, como el analista, es causa de la división del sujeto; y si el loco, como el analista, no le demanda nada a su partenaire – la interpretación no se confunde nunca con la demanda- es que ambos ocupan el lugar de la apariencia de un sujeto cuya causa no le sería ajena. Germán García llamó a esta comparación la metáfora creacionista de ambos.
Hablar a las paredes y el discurso del analista
En sus “Charlas en Ste. Anne” (5) dice:
“No estaba en absoluto en mis intenciones, porque si vine a hablar a Ste. Anne, era para hablar con los psiquiatras y muy evidentemente, ustedes no son … todos psiquiatras. Entonces lo que hay de cierto, es que es un acto fallido. Es un acto fallido que en todo momento corre el riesgo de lograrse, es decir que podría ser que de todos modos, le hable a alguien. ¿Cómo saber a quién le hablo?
¡Hablo en la capilla! Es la respuesta. Hablo en la capilla, es decir a las paredes!
Cada vez más logrado, el acto fallido! Ahora sé a quién le vine a hablar: a lo que siempre hablé en S- Anne, a las paredes!
Es seguro que las paredes en lo que se llama… un asilo— las paredes no son poca cosa.
Quiero decir que la gente que está acá a título de estar entre las paredes (internada), es totalmente capaz de hacerse oír, a condición de que se tengan las orejas apropiadas!
Para decirlo todo y rendirle homenaje por algo a lo que ella es ajena, todos saben que es por esta enferma que designé con el nombre de Aimée que fui llevado hacia el psicoanálisis.
No se trata sólo de ella, por supuesto. Hubo otros antes y hay todavía unos cuantos a quienes dejo la palabra. En eso consiste lo que se llama mis presentaciones de enfermos.
Porque quien quiera que habite en estas…paredes, las del asilo clínico, conviene saber que lo que sitúa y define al psiquiatra en tanto tal, es su situación en relación a ellas. Esas paredes por las cuales el laicismo hizo en ellas exclusión de la locura y de lo que eso quiere decir. Esto no se aborda más que por la vía de un análisis del discurso…”
Lacan coincide con Foucault y por momentos emplean la misma noción de discurso: se trata de un campo irreductible a los enunciados que lo componen; es, más bien, la condición de posibilidad para plantear los enunciados que le serían propios.
Como el loco, el psicoanalista habla a las paredes; como el loco, el psicoanalista causa la división del sujeto; pero a diferencia del loco que es libre, el analista es llevado a encarnar su papel por la estrategia de la transferencia. Y allí Lacan devela el engaño de una época: lo que el enfermo debería hacer surgir es rechazado por los psiquiatras mediante los ideales que manufactura el ambiente psicoanalítico. Y la angustia vuelve a taponarse. ¡Despiértense!, si pueden.
“Si puedo, después de todo este tiempo, haber logrado edificar – mis discursos, mis muros, mis paredes- con mi $, mi S1, mi S 2 y el objeto a, la réson de ser, del modo que lo escriban, puede ser que después de todo, no tomen la reflexión de mi voz sobre estos muros por una simple reflexión personal.”
Septiembre de 1981
En septiembre de 1981 en una conversación sostenida tras la muerte de Lacan Foucault decía que el hermetismo de Lacan provenía de una voluntad de que la oscuridad de sus escritos fuese la complejidad misma del sujeto y que el trabajo necesario para comprenderlo fuese un trabajo que realizar sobre uno mismo. La influencia que se ejerce no puede ser nunca un poder que se impone.
Pequeño legado de Lacan (6) “Probablemente no haya uno sólo entre ustedes que me entienda en el mismo sentido. Por otra parte, me esfuerzo para que el acceso de este sentido no sea demasiado cómodo, de modo que ustedes deban poner algo de su parte, lo que es una secreción saludable y terapéutica. Secreten el sentido con vigor y verán cuanto más cómoda se vuelve la vida! ”

Elena Levy Yeyati
12 de noviembre 2011
XXV Coloquio Descartes

NOTAS
(1) Lacan, J. (2007; 1968) “Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines”, conferencia pronunciada en abril de 1968 en un centro psiquiátrico en Burdeos. En Mi Enseñanza. Buenos Aires: Paidós, p.79.
(2) Lacan, J. El saber del psicoanalista (“Charlas en Ste. Anne”). Clase del 06/01/72. Inédita.
(3) Deleuze, G. (1987). Foucault. Buenos Aires: Paidós.
(4) Lacan, J. “Petit discours de Jacques Lacan aux psychiatres”. En el Cercle Psychiatrique H. Ey, Sainte Anne, el 10 de Noviembre de 1967. Trad. D. Rodríguez y V. Mendizábal. Inédito.
(5) Lacan, J. El saber del psicoanalista (“Charlas en Ste. Anne”). Clase del 06/01/72. Inédita.
(6)Íd.

 

 
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