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German García
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Objeto de un deseo trascendente

Germán me sugirió que hiciera un comentario breve respecto de la observación que realiza Lacan, en “Intervención sobre la transferencia” (1951), en referencia al caso Dora. (Limitaré el comentario al Lacan de lo simbólico, como suele nombrarse a los desarrollos de Lacan de los años 50 pues Musachi tomará el Lacan de Aún en las ‘Palabras conclusivas’ del Coloquio.) Cito la observación de Lacan: “lgual que para toda mujer y por razones que están en el fundamento mismo de los intercambios sociales más elementales (aquellos mismos que Dora formula en las quejas de su rebeldía), el problema de su condición es en el fondo aceptarse como objeto del deseo del hombre, y es éste para Dora el misterio que motiva su idolatría hacia la señora K, así como en su larga meditación ante la Madonna y su recurso al adorador lejano, la empuja hacia la solución que el cristianismo ha dado a este callejón sin salida subjetivo, haciendo de la mujer objeto de un deseo divino o un objeto trascendente del deseo, lo que viene a ser lo mismo.”

Entonces, al callejón sin salida subjetivo para toda mujer, que es aceptarse como objeto del deseo del hombre, el cristianismo propuso como solución hacer de la mujer objeto de un deseo trascendente.

Lacan sigue los datos antropológicos que le brinda Levi-Strauss. En el seminario 2, en la clase del 8 de junio de 1955, que Miller titula Sosia, lo enuncia de la siguiente manera: “Levi-Strauss demuestra que en la estructura de la alianza, la mujer que define el orden cultural por oposición al orden natural, es el objeto de intercambio, a igual título que la palabra, que es, en efecto, el objeto de intercambio original.” “Fundamentalmente, la mujer es introducida en el pacto simbólico del matrimonio como objeto de intercambio entre –no diré los hombres, aunque sus soportes sean efectivamente los hombres- entre los linajes, linajes fundamentalmente androcéntricos. Comprender las diversas estructuras elementales es comprender cómo circulan, a través de estos linajes, esos objetos de intercambio que son las mujeres” “Este hecho de que la mujer esté comprometida así en un orden de intercambio en tanto objeto, da a su posición un carácter fundamentalmente conflictivo, sin salida diría: literalmente, el orden simbólico la somete, la trasciende.”

Levi- Strauss dirá A l’inverse de femmes, les mots ne parlent pas. El problema es que las mujeres hablan.. Lacan plantea que, “Para ellas hay algo insuperable, digamos inaceptable en el hecho de ser colocadas en posición de objeto en un orden simbólico, al que por otra parte están sometidas enteramente al igual que el hombre. Precisamente porque están en una relación de segundo grado con respecto al orden simbólico, el dios se encarna en el hombre o el hombre en el dios...”

Para Lacan, entonces, la rebelión femenina que destaca en Intervención sobre la transferencia en las quejas de Dora provienen de la degradación imaginaria que sufre la relación fundamental si no se entrega a la mujer a algo trascendente. En el caso de Dora esta rebelión femenina se hace patente en la cachetada que propina al Sr. K, cuando suelto de cuerpo le confiesa “Mi mujer no es nada para mí”, la relación fundamental situada por Lacan como la tercera inversión dialéctica, que sitúa el objeto que la Sr. K era para Dora cae en la degradación imaginaria, en la rivalidad más directa entre hombres y mujeres. Lacan agregará entonces que “la rebelión femenina no es cosa de ayer” (refiriéndose a los que se dejan engañar por los actuales movimientos de emancipación de las mujeres) y pone como ejemplo que en todas las familias patricias en Roma era corriente que las mujeres envenenaran a sus maridos, dice: caían a montones. Propondrá entonces, cito:“para que la pareja se mantenga en el plano humano (digamos que para no morir envenenado), es preciso que haya ahí un dios.” Se entiende entonces la fórmula con la que comienza en la página 388: “dije que seguramnete nuestra mujer debe engañarnos con Dios”.

Adriana Testa en un artículo que publicó en el último Etcétera, que es parte de su trabajo de investigación en el Módulo de Cartografía de la repetición, trasfondo religioso y lazos parentales que titula La institución de las vírgenes en el neoplatonismo agustiniano sitúa exactamente la solución, a la que hace referencia Lacan, que da el cristianismo al callejón sin salida en el que se encuentra toda mujer. Esta solución surge en el esplendor del siglo IV, siglo de oro de la literatura eclesiástica, en un poético cántico en prosa de San Ambrosio que hace de las vírgenes su objeto de exaltación. Este cántico inaugura un lugar inédito para las mujeres en la historia del cristianismo y de Occidente. La mujer virgen será de ahí en más, objeto de un deseo trascendente y al mismo tiempo hará de Dios el objeto trascendente de un deseo humano. Se trata del canto al desposorio del alma virginal con Dios, que dice así: “Con dulce voz dice a la esposa: ‘Oye, hija y ve, e inclina tu oído a mi reclamo, y olvida a tu pueblo y la casa de tu padre, porque el rey, que es tu Dios, está prendado de tu hermosura”. Según cuenta Adriana, la describe sentada en su trono celestial, “vestida de oro y diamante, adornada con todo linaje de virtudes. […] Son muy de notar estas cosas de que el Espíritu Santo te habla: el reino, el oro, la hermosura. […] Siempre esposa y siempre doncella, porque ni su amor se eclipsa, ni padece su pudor. Esta es la verdadera hermosura a quien nada le falta”.

El militante llamado a la virginidad por parte de San Ambrosio otorga a la mujer de la época, convertida en objeto de un deseo trascendente, un lugar dentro de la iglesia y del plan universal de salvación. Sigo a Adriana “ Es este punto de capitón, ‘vírgenes’, el significante amo, que de ahí en más da nuevos sentidos a la sexualidad femenina. El rechazo del varón, figurado en el rechazo del matrimonio, encuentra un destino trascendente, que procurará en la tierra las celestiales investiduras fálicas propias del discurso religioso: la castidad (atributo del célibe y de la virgen); el “vestido de Cristo”; la disposición de un “ánimo intrépido y varonil”; la destreza “aguerrida en las luchas del espíritu”; la transformación de la carne en un cuerpo que “conserva la integridad del cuerpo del Señor”, de quien brota “la exquisita flor de la castidad virginal”; la virginidad como “muralla del pudor” y su “apacible mansión”.

La exhortación lo confirma: “Lejos de semejante locura [entregarse al pecado] habéis de poner ¡oh santas vírgenes!, vuestra suerte en manos de la Iglesia, que amorosa os cobijó desde niñas con su manto, haciendo de su pecho muro defensor de vuestra juventud, perseguida de muchos e implacables enemigos”.

Para cerrar este comentario voy a tomar tres ejemplos de la literatura analítica en los que una mujer pone en juego esta salida cristiana.

Uno fue comenado por Graciela Musachi en su presentación en las Jornadas de la EOL que titulo Puntualismo ortopédico (que pueden leer completo en el vínculo e-text de la página web www.descartes.org.ar): se trata de la preferida de Freud, de Lou Andrea Salomé. Dice Musachi: “Vuelta a empezar, para algunas, ¿entonces no hay mujeres libres? ¿En qué sentido Francoise Guiraud puede decir que Lou, por ejemplo, era una mujer libre?. Ella ha leído a Lacan. Quien había dicho que “Una mujer en particular puede encarnar la idea de libertad” y esto porque, cuando ama, no está toda allí. Pero tambien fue Lacan quien sostuvo del principio hasta el fin que la libertad confina con la locura. Es a causa de su libertad, aclara Francoise, que “a menudo,una mujer libre es cruel” con los hombres. (...) Esta libertad la sustrajo durante muchos años del amor físico aunque, despues de haber sucumbido, captara que “toca el núcleo del ser”. Esa libertad para escarnio de las feministas de su época y para los buenos entendedores, que podríamos ser nosotros, Lou Andrea Salomé la articula así: “No se preocupen de lo que quieran los hombres, hagan lo que pide Dios, que debe ser su único señor. Ahí radica la libertad”.”

El segundo, lo comenta Jean Allouch en La sombra de tu perro que se refiere, rectificando a Freud y a Lacan, a la “bella homosexual” a partir de la publicación de la biografía bajo el alias de Sidonie Csillag. Aquí según la rectificación de Allouch ella encuentra la salida, la libertad, en lo que él (Allouch) llama “el amor perro”, que es el amor llevado hasta la transparencia del ser (definición que toma de Shopenhauer), dirá que es el amor como amo. Pág. 74 “SC habría mantenido su dominio de sí sobre lo que nosotros llamamos su “sexualidad” de la manera más firme posible, vale decir, aferrándose a una relación con dicha sexualidad que se formula simplemente con algunas palabras exclamativas: “¡Nada de eso!” Una cita de la biografía: “Con asco, detrás del cual asoma un dejo de tristeza, ella habla del amor físico. Sabe que gran parte del goce le ha resultado inaccesible. ¿Cómo se había expresado el médico que le había atendido en el hospital de Wiener Neustadt luego de su tercera tentativa de suicidio, cuando la bala no había atravesado su corazón más que por dos centímetros? Él comprendía cuál era su problema. “Usted es una típica asexuada”, le había dicho, y ella no pudo dejar de suscribir a ese juicio. (...)¡Qué horrible le parecía el lugar oscuro y la “cosa” amenazante entre las piernas de los hombres! ¡Y qué angustiante, aunque a pesar de todo un poco mejor, la zona húmeda en las mujeres! ¡Qué repugnante una lengua dentro de una boca!” De lo cual dice Allouch, “SC repetiría su rechazo del coger , por la sencilla razón de que tal rechazo se ajusta perfectamente a su dominio de sí.” De lo que deduce que ella esperaba de Freud el reconocimiento de su inocencia. Esa era su demanda a Freud.

El tercero, se refiere al relato de Hilda Doolitle sobre su análisis con Freud (Tributo a Freud) del que hice un largo comentario publicado en la revista Conceptual N° 6. De quien les leeré un extracto de “El maestro”, poema dedicado a Freud y traducido por Diana Bellesi y Mirta Rosenberg que pertenece a un texto mayor titulado Habla una Sacerdotiza Muerta, publicado en Diario de Poesía N° 11, 1988.

VII

Por muchos eones todavía / él inquietará el pensamiento de los hombres, /que viajarán mucho y lejos, / discutirán todas sus palabras escritas, /su pluma será sagrada, /ellos construirán un templo / y pondrán a salvo todas sus escrituras sagradas /y vendrán los hombres / y los hombres pelearán / pero él estará a salvo; /ellos fundarán templos en su nombre, / su fama será tan grande / que cualquiera que lo haya conocido /será visto también como maestro,/vidente, /intérprete; /sólo yo, /yo escaparé.

VIII
Y fue él, él mismo quien me libró / a la profecía, /no me dijo /"sé /mi discípula", /no me dijo /"escribe, /cada palabra que digo es sagrada", / no me dijo "enseña", /no me dijo /"cura
o sella documentos en mi nombre", /no, /era bastante informal, /"no discutiremos eso" /(dijo) /"eres poeta".

IX
Así que seguí adelante /un poco cegada por esa clase de lágrimas terribles /que no quieren brotar; /le dije adiós /y vi su vieja cabeza /mientras él giraba, /mientras salía del cuarto /dejándome sola /con todos sus viejos trofeos, /los mármoles, los vasos, la Esfinge de piedra, /las viejas jarras de Egipto; /me dejó sola con esas cosas /y su vieja espalda se encorvaba; /Oh Dios, /esas lágrimas no querían brotar, /¿cómo podrían? /me fui, /dije /"no soportaré esta tiranía /de un viejo, /es demasiado viejo,/moriré si lo amo; /no puedo amarlo, / está demasiado cerca, /es demasiado precioso para Dios".

X
Pero no se olvida a aquél /que hace todas las cosas factibles, /no se perdona a aquél /que hace a Dios - en – todo /posible,/pues eso es insoportable.

XI
Ahora puedo soportar incluso a Dios, /pues la risa de una mujer/profetiza /felicidad; /(no el hombre, no los hombres, /sólo uno, el viejo, /sagrado para Dios); /ningún hombre esta presente en esos misterios, /aunque todos los hombres se arrodillarán, /ningún hombre será potente,/importante, /aunque todos los hombres sentirán / qué es ser una mujer,/añorarán, /arderán,/ cambiarán el placer fácil /por el esfuerzo /del espíritu, /los hombres verán por cuanto tiempo han /sido ciegos, /pobres hombres /pobres hombres de la humanidad /cuánto tiempo /cuánto tiempo /esta idea del pulso del varón los ha engañado, /los ha debilitado, /verán a la mujer, / perfecta.

XII
Y lo hicieron; /yo no fui la única que grité /locamente, /locamente, /estábamos juntos, /éramos uno, /estábamos juntos, /éramos uno; /adoradores del sol, /lanzamos /como una sola voz /nuestro grito /Rhodocleia; /Rhodocleia, /cerca del sol, /no dijimos / "apiádate de nosotros", /no dijimos "míranos", /gritamos, /"Oh corazón del sol, /rodoendro /Rhodocleia, /somos indignos de tu belleza, /tu belleza es la del sol,/tú eres el Señor vuelto mujer".

Eón: Además del significado de tiempo y eternidad es para los fenecios la diosa madre de la humanidad.

 

Beatriz Gez

 

 
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