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EL DEBATE FREUD / LACAN

A propósito de la referencia Kant / Heidegger

Venimos del vacío y en el origen no hay nada que lamentar ni que añorar. Haber imaginado la felicidad moral es nuestro mayor suceso como especie. Conquistarlo es haberlo imaginado. Haberlo postulado, haberlo mantenido a lo largo de una vida que, de abandonarlo, volvería al abismo de la animalidad”

En palabras de José Luis Villacañas, es éste el pesimismo que da tono a la moral kantiana. Un pesimismo nietzscheano “humano demasiado humano” que confirma una paradoja fundamental: el conocimiento de sí arroja como resultado lo que somos, libertad, nada. De allí surge el mandato arbitrario “de nobis ipsis silemus” -“sobre nosotros mismos guardamos silencio”- un imperativo de silencio, también paradójico, que pone al resguardo la inquietud como fuente de la que mana nuestra relación con el tiempo. Villacañas cita a Novalis: “El tiempo nace con el aburrimiento”, por ende concluye, la inquietud no es sino la salida del tedio, propia del que se sabe preso en él como en los brazos de la muerte. La inquietud nos salva del narcisismo, en tanto “identificación del yo consigo mismo” (la definición es de Hans Blumenberg). Es el propio tiempo el que arranca al propio yo de sí mismo y por eso la oportuna conciencia temporal es la fuente más precisa de anti-narcisismo, mientras que la detención en el presente, la distensión de la dicha del ahora es la condición para el reflejo narcisista. La inquietud nos preserva a costa de no ocuparnos de nosotros mismos. Esta paradoja es esencial al hombre y dice más de nuestro tiempo, amenazado por el tedio por doquier, que todos los diagnósticos de crítica de la cultura.

Ese imperativo de silencio, “silemus” (imperativo por el contexto de enunciación, no por el modo del verbo “sileo”, en este caso indicativo), por virtud de la lengua latina indica la posición de mantenerse callado, estar en silencio, e introduce una sutil diferencia con respecto a callar, no decir, guardar silencio con respecto a algo. Se puede hablar y no decir algo en lo que se dice, mantenerlo tácito (“taceo”), mientras que “sileo” es permanecer en silencio, no hablar.

En El Debate Freud / Lacan -Seminario asociado al Instituto Clínico de Buenos Aires- del Programa Estudios Analíticos Integrales del Centro Descartes, el eje del curso 2005 es el Libro 7 La ética del psicoanálisis del Seminario de Jacques Lacan (1959-1960). Los comentarios sobre las lecturas de Hans Blumenberg en relación a Kant, aquí apuntadas incluyen un aspecto del kantismo en Freud, que da razones sobre la diferencia Freud-Lacan con respecto al tema de la ética del psicoanálisis.

En los planteos de Lacan de esta época sobre la ética, ¿queda Kant en la penunbra sobre la prevalencia de Heidegger respecto al lugar de la cosa y el vacío en relación al deseo?

Desde las lecturas de Blumenberg sobre Kant, pareciera que sí. Sin duda el escrito de 1962 “Kant con Sade” y posteriormente en 1964 en el marco del Seminario sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan advertirá la orientación “certera” e irreversible de Kant en el campo de la ética.

Blumenberg reconoce la paradoja central de la filosofía de Kant, que a su vez es la única vía resolutiva de la filosofía moderna: todo converge en la antropología y en el imperativo básico de la misma: “de nobis ipsis silemus”. “¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de antropología? Hablamos de nosotros mismos desde luego, de nuestro anhelo de ser … Pero no podemos hacerlo hablando de nosotros mismos, sino desde el trabajo de lo otro, del mito, en el que siempre vemos metáforas de nosotros, o desde el trabajo de la historia. Quizás por ese motivo Kant puso al principio de la Crítica de la Razón Pura esa divisa y quizá por eso haya reconocido que las tres obras críticas se reducen a la pregunta propia de la antropología, a saber qué es el hombre. Nadie como Kant, en la idea de Blumenberg, ha construído una filosofía sobre la ignorancia y sobre la voluntad de reconocer esa ignorancia, sobre todo acerca de ese objeto imposible llamado “Yo”, como vacío insuperable desde el que operamos, que no es sino el vacío que acompaña a todo lo que hacemos” (J. L. Villacañas).

El reconocimiento (abismal) de esta ignorancia fundante conlleva la certeza de que el hombre no es el fin de la creación, sino que ha de ser fin en sí mismo. “Este es el presupuesto del giro de Kant hacia lo más cercano, hacia lo humano en su problematicidad insuperable. Esa crítica se dirigía contra el esfuerzo de la metafísica de mirar a lo lejos, contra la inclinación del hombre de ver el origen de su precariedad en los cielos. El origen del mal no se lo conocería nunca si se buscaba en la incapacidad de la naturaleza. Eso es lo que en el fondo quiere decir que tenemos libertad.” (J. L. Villacañas). En los comentarios de Kant y de otros intelectuales de la época sobre el terremoto de Lisboa (año 1755) 1 que Blumenberg saca a la luz es clara la orientación: “es un exceso común ir a buscar el origen del mal a miles de millas, cuando puede encontrarse en la cercanía. Parece que avergüenza poder ver algo en la cercanía y que únicamente atisbar causas en la lejanía infinita es prueba correcta de entendimiento puro”. (Blumenberg). “El mal estaba cercano, demasiado cercano”. Es nuestro vacío originario.

El interés de estas citas y parafraseos está en no dejar pasar las lecturas de Blumenberg sobre Kant [sección Respuestas], por cierto muy aleccionadoras en cuanto a la localización del mal y la libertad en la moral humana, y en las que podemos encontrar paradójicamente, por un lado, las razones del postulado freudiano sobre la imposibilidad de una ética del psicoanálisis, y por otro, las razones de Lacan a favor de una ética del mismo.

Adriana Testa
abril 2005

1 Cf. Ramón Valls Plana / Universidad de Barcelona. “Repercusiones del terremoto de Lisboa en los intelectuales de la época” en Círculo de Actualización en Filosofía

 
El Murciélago Magazine Freudiano Abril/Mayo 2005