Germán García - Archivo Virtual / Centro Descartes, Buenos Aires

Políticas del psicoanálisis frente a literatura e instituciones

# (octubre 1998). Políticas del psicoanálisis frente a literatura e instituciones. Panel con D. Giussani, E. Acuña. En Perspectivas. Sobre la situación del psicoanálisis N°22, La Plata. 

Me parece que el amo ha entendido que hay muchas personas dispuestas a trabajar gratis en muchos lugares. Me parece también que hay que revisar esa idea de Lacan de que el discurso amo es el discurso que quiere hacer funcionar las cosas. A medida que avanza la hegemonía de cierta perspectiva norteamericana, vemos que el discurso dominante es el que atemoriza a los demás con las fallas mismas del sistema. Es decir, que no hay ningún problema en decir que quizás explote el planeta, la capa de ozono se agrande, una guerra química termine con todo, el descontrol del sida se extienda. Cuando el discurso amo se presentaba como capaz de solucionar los problemas, era porque tenía una competencia exterior que era el llamado campo socialista. El estado del bienestar es la respuesta socialista al comunismo. Los economistas dicen que la desaparición de una competencia como podría ser el comunismo ha tenido como consecuencia la caída interna del estado del bienestar. El amo ya no tiene necesidad de demostrarle a nadie que mantienen bien a sus esclavos. Lo de Lacan era un buen diagnóstico en la guerra fría, con una cierta nostalgia de los grandes funcionamientos medievales, nostalgia por un orden simbólico regulador de los intercambios que era una idea feudal -la palabra empeñada, la función de la palabra, etcétera-. Lacan mismo, cuando se desplazó de esta idea de lo simbólico como armonía a la idea de lo real como una guerra, dio por terminada esta pastoral de lo simbólico que efectivamente implicaba un tipo de dominio. Hoy sabemos que no es necesario decir que las cosas funcionan, ustedes pueden probar en el análisis mismo; eso me parece que es un punto interesante porque hay muchas cosas que Lacan dijo y que tienen un aspecto político pero que están coordinadas con un aspecto clínico. 

Respecto al comentario de Enrique Acuña, Lacan dijo al final: “Esto es una Escuela, porque enseño yo”, lo cual reducía todo su saber a organizar un grupo. Hay una apuesta fuerte de Miller, es la apuesta de armar una organización que funcione permutativamente, sin estar ligada al liderazgo mágico de un genio. Quiere decir que es difícil pensar que Lacan era alguien que tenía mucha idea de cómo organizar las cosas. Yo creo que, sin la política del Campo Freudiano, el lacanismo hubiera muerto en el lado izquierdo de París, no hubiera pasado ni siquiera el Sena. Lacan fue un fenómeno profundamente parisino; ocurrían cosas, a pesar de Lacan, sin que él se enterase o sin que Lacan dirigiese. El fenómeno Masotta en Argentina no fue producido por Lacan en absoluto. Acaba de salir una revista que se llama “Actualidad psicológica”, hermoso título. Habla allí Melman y un tal Rupolo que es de la Escuela de Buenos Aires. Melman está preocupado porque los llamados lacanoamericanos le contaron a la gente que eran democráticos para poder oponerse a Miller, que no lo era. Ahora se juntaron en Barcelona y se dieron cuenta que con la democracia no se puede organizar, analizar, porque deliberar quiere decir pasar de un significante a otro. Melman le dice a Rupolo “una organización democrática no se halla a la medida de paliar este defecto, este tipo de complicidad entre analistas que contradice esencialmente el acto de fin de la cura”. “Es cierto que en su conjunto esto marcha exponiéndose a sorprender las buenas almas y sobre todo aquellas que prefieren desconocer lo que enseña la práctica analítica, es entonces posible predecir que, salvo la locura de los dueños, la máquina para explotar la credulidad construida por los hijos de Lacan (es la máquina de Miller) tienen el porvenir asegurado y no tienen nada que temer.”
La pregunta es ¿el psicoanálisis es para todo el mundo? No, no es para cualquiera; hay mucha gente que necesita saber que Dios existe, mucha gente que no confía en sí misma lo suficiente como para darse una ética -como se dice en términos hegelianos- sino que necesita que alguien le dé una ética. Esas personas practican el psicoanálisis, sufren, controlan, siguen muchos cursos, es su manera de hacer existir a Dios.
Según Melman, si no hay Dios somos todos unos monstruos -creo que habla de sí mismo-. Dice: “La democracia, tan preciada por todos en la vida social, estamos dispuestos a defenderla con una íntegra determinación. Sin embargo, el advenimiento de astutos pequeños amos hace difícil admirar la organización de los lacanoamericanos”. Lo que demuestra Melman es que el lacanoamericano es el advenimiento de muchos pequeños amos, que son amitos pero no son menos amos. No creo que ser esclavo de un tipo que tiene una quinta en la provincia de Buenos Aires es ser menos esclavo. Hay tipos que tienen pequeños amos porque no tienen confianza en sí mismos. Lo que dice Melman es que Harari tiene sus ínfulas y no va a deponerlas, Isidoro Vegh ídem. Cada uno con su parcela, se sientan en la mesa de negociaciones, y ninguno aceptaría que otro ocupara ese lugar de más uno con el resto. Entonces, como no hay ningún más uno, son todos uno. Son todos uno en el sentido que son todos amos, pero no son cualquiera, como decía Enrique Acuña, unos más cualquiera que los otros, más cualquiera que los que los siguen a ellos. Dice Melman “Los jóvenes hablan de salas vacías y no parten sino de un bullicio en la cabeza. Es por eso que yo digo el lacanoamericano favoriza el millerismo.” Si nos organizamos de manera coherente más allá de la contienda democrática, que es seguir a un montón de pequeños amos, estamos favoreciendo a Miller. La respuesta de Rupolo, quien logró engañar por un rato a Miller en el ‘84 con un artículo sobre San Martín y Bolívar (se supone que serían Ravinovich-Miller en ese momento; no sabemos quién se fue, sí Bolívar o San Martín) (...) dice Melman "como creo que estamos tanto usted como yo en una misma zona, es decir ni participamos ambos de la Internacional ni tenemos ninguna relación con el millerismo, es que me autorizo a enviarle estas líneas"... La sola mención hecha por Melman de que la susodicha democracia no es nada más que un montón de pequeños amos, despierta en Rupulo las más negras épocas de la dictadura argentina y dice: acá se negó la democracia, 30.000 muertos, etcétera. Se ve el uso que se puede hacer del pasado para mantener una quinta, porque éste usa un arsenal teórico para defender su posición frente a un francés -no está tratando de condenar a nadie en Madrid con el juez Garzón-. Decía Perón que el trasvasamiento generacional no es tirar todos los días un viejo por la ventana; Rupolo tiene la mala idea de tirar tanto a Melman, como a Safouan por la ventana, porque le dice después “en ese sentido (no importa en qué sentido porque no tiene ningún sentido todo lo que está diciendo) tanto usted como el doctor Safouan tienen un lugar de mayores en el psicoanálisis porque a lo largo de los años han sostenido su lugar de analistas y además han aportado al psicoanálisis", y después: "... prefiero la democracia igualitaria del lacanoamericano a la estructura de control policial del Campo Freudiano.” Es un hombre de coraje, de deseo decidido, "todavía tengo el recuerdo de una charla con Safouan en el ascensor del hotel de Caracas donde él me decía que lo que estaba gestando Miller no tenía gran futuro.” Safouan como profeta es un fracaso, esperemos que sea mejor como analista. Tampoco sabemos en qué tiempo mide el futuro Safouan, porque es egipcio, por ahí mide en 2000 años y efectivamente no va a estar Miller dentro de 2000 años organizando esto. Rupolo a la vez dice que hay que luchar contra el millerismo, dice “Miller publicó mi trabajo sobre San Martín en Ornicar en francés”. Para oponerse a Miller se autoriza en Miller... está perdido, quiero decir que a Miller le va a encantar esto. Miller no vale nada y además si valiera algo, ya me publicó a mí, el argumento es ese. Podemos decir que cuando Lacan separa lo que llamó grados y jerarquías piensa en una democracia de la gestión, pero no piensa en una democracia de nominación. Desde Platón la política es cómo regular lo múltiple a través de lo Uno. Es decir, cómo regular el desorden en la ciudad: este proyecto político que ordena el pensamiento político occidental no se puede realizar nunca, porque solo se podría realizar en el temor.
Cuando hay demasiado temor a que la ciudad se disgregue, demasiado temor a las múltiples cabezas de demonio aparece un caudillo poniendo orden y haciendo desaparecer la multiplicidad. La tensión entre Múltiple y Uno es lo que regula la actividad política. Se trabaja en función de un uno que no se puede lograr, porque lograrlo implicaría la abolición de la política. Me parece que es eso lo que ocurre en la actualidad con la idea de “políticamente correcto”: si todos somos políticamente correctos no hay política porque evidentemente lo político es que uno hace cosas incorrectas. Si usted cree que no hay política que sea políticamente correcta, espere que le digan por dónde tiene que pasar. Miller propone la Escuela Múltiple y Una: tenemos una cantidad de Escuelas coordinadas (en algunos lugares son Institutos) y tenemos una especie que suponemos que es un lugar vacío, pero que no es vacío, porque es la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Los confiados dicen que ese punto es simplemente la función del más uno que no tendría ningún contenido; por supuesto los desconfiados dicen que es el punto ideal encarnado por Miller. Una respuesta irónica que hizo Éric Laurent a una crítica fue decir que la estructura es una monarquía constitucional, donde el príncipe o bien lo que dice traduce lo que ocurre en el conjunto o no funciona. El príncipe en una monarquía constitucional no tiene el derecho absoluto, no es una monarquía absoluta. A su vez esta manera de pensar la política desemboca en dos problemas modernos que están representados por dos teóricos. Uno que le gusta más a la derecha: Schmidt, que inventó la teoría del decisionismo. Primero se decide y después se justifican las cosas, no se puede decidir por asamblea todas las cosas, porque alguien tiene que decidir incluso cuando hay que hacer una asamblea. Lo que dice Schmidt es que la decisión está primero, es una especie de trotskista de derecha. La otra posición seria, la de Kelsen, el que cita Freud, el interlocutor imparcial; en el texto de 1926, Freud cita un interlocutor imparcial con el cual discute. Es un sueño de Freud porque el interlocutor imparcial no existe, es como el políticamente correcto. Lenin decía brutalmente, “hablar es hacer propaganda”. Uno puede no saberlo y es más eficaz la propaganda. Con la publicidad se ve esta dimensión propagandística del hablar. Podemos decir que un analizante es alguien que hace apología de su manera de gozar, que puede estar hecha bajo la forma de justificarse, de exaltarse, etcétera, pero está apologando, tratando de convencer a un otro (por supuesto que no es el analista) de lo bien fundado de su causa, o de lo mal fundada, o de la desesperación que le produce su causa o... En una Escuela se hace propaganda, “usted no sabe lo hermoso que sería analizarse conmigo.” En una Escuela por ejemplo expone alguien y ese es alguien que importa a la Escuela; no puede el otro interpelarlo en nombre del saber, mientras que en lo universitario, descolocar al otro es parte del juego, ¿cómo justificas lo que estás diciendo, de dónde sacaste eso? Pero si eso se hace en la Escuela el otro dice “yo soy un analista”. Como dicen algunos “acá hay pacientes míos”. Un tipo dice una bobada y uno le dice algo, no tendría sentido que me diga “hay pacientes míos en la sala”, porque no es a su persona sino a una discusión de su argumento. En la Escuela, como bien dice Lacan, no sabemos qué es un analista, sabemos qué es un analizante. Hay en la Escuela, analizantes, gente afectada de transferencia. Entonces es muy difícil, dentro de una Escuela, organizar la enseñanza. Esa es la ventaja que tiene hacer una Biblioteca. La misa está excluida, el juego es otro. No está prohibido creer en Dios, pero no es el argumento. Mientras que en la Escuela se cree en Dios: Freud, Lacan, etcétera, siempre es algo que no se puede tocar. Acá me dijeron que hubo alguien que habló mal de la pulsión, como si la pulsión fuera nuestra madre. La pulsión es un constructo y si se entiende las coordenadas en que se lo coloca, es una hipótesis de trabajo. Yo creo tres cosas: el punto clave que Miller ha planteado y deberíamos trabajar en nuestros grupos es la relación entre lo real y el sentido. Enrique Acuña habló del discurso y de la realidad, en vez de esto pongamos lo real y el sentido. Podemos plantear rápidamente un real sin sentido que es la ciencia. Efectivamente la ciencia no tiene sentido, no se puede buscar teológicamente un sentido a las funciones de lo real. Uno puede saber el funcionamiento de lo real pero no puede decir que eso tiene ningún sentido. En Aristóteles se creía que tenía uno. Como dicen los libros clásicos de medicina, el pene tiene la función de transportar el semen a la vagina. Es verdad que eso hace el pene, si lo dejan, pero decir eso... Eso es la religión. Cuando en la École de la Cause pusieron “aquí viene cualquiera” pusieron la frase en inglés porque es de Joyce y combina con las iniciales H.C.E; del personaje del Finnegans. Enrique evocaba eso que para nosotros podría ser Hacer Caso a la Estructura. Quiere decir, pasar del juicio atributivo (me gusta, no me gusta, es malo, es bueno) al juicio de existencia.
Diría estructura real. La posición última no es que el psicoanálisis se va a poner en ese lugar. La conversación tiene sentido o no lo tiene, eso es una realidad en sí misma. Por último, la religión que sería encontrar un sentido a lo real. Tendríamos un campo de la ficción donde hay sentido, pero no hay real, o da lo mismo, nadie va a preguntarse qué hay de real en el Ulises. Inverso al campo de la ciencia. Yo pondría la ficción de un lado y la ciencia del otro, y al medio la religión.
Lacan, al final de su vida, dice: si queremos encontrar un sentido a lo real, ¿en qué nos vamos a diferenciar de la religión?. La frase “la religión triunfa” hay que leerla junto con la disolución, cuando Lacan dice: “la religión es el lecho del sentido”. Usted quiere sentido, hágase religioso, ahí hay sentido seguro. Jugar al sin sentido, cuando no se está haciendo una ciencia, ¿qué juego es? Jugar al sentido, ¿qué tipo de práctica implica? Cuando hablamos de un real con sentido en el psicoanálisis tenemos que saber que no estamos hablando de la ciencia, al menos como se la conoce hoy, y no sabemos si no estamos hablando de religión. Esto me parece que es el nudo final de Lacan en los últimos años de su vida y es también la ambivalencia de Lacan con Joyce. Por un lado, lo toma como modelo, pero por otro lado acusa que el ego de Joyce, etcétera. Miller lo da vuelta y dice: yo creo que cuando él hablaba de Joyce, en ciertos puntos hablaba de sí mismo, tomaba a Joyce como una especie de elemento para su propio síntoma con lo real y el sentido, etcétera, que es el último Lacan.

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